En el pasado, cuando el PRI era el partido hegemónico, los pueblos se resignaban a sus gobernantes, casi como si de una suerte de designio se tratara.
Después vino la competencia política y con ello la entrega de despensas y “regalitos” para comprar la voluntad del pueblo “bueno y sabio”.
Se volvió común que en campaña, las y los candidatos fueran accesibles, amables, conscientes de los problemas que aquejan a sus paisanos; son respetuosos, saludan a todos y prometen ser un gobierno de puertas abiertas en caso de verse favorecidos por el voto, que en algunos casos hasta precio le ponen.
Pero una vez en el poder son inalcanzables, se vuelven arrogantes, se olvidan de las promesas de campaña y hasta toman decisiones que afectan a su comunidad y por ende, a sus gobernados.
Ya en el poder, las autoridades se dan el lujo de saquear a manos llenas los recursos de la población misma y la dejan más jodida que siempre, bajo el amparo de la impunidad. Porque al final, así se les había permitido en todos los órdenes de gobierno, entiéndase Presidente de la república, gobernadores, presidentes municipales y hasta los auxiliares.
Pero ahora la realidad es otra y la mentalidad de las comunidades revolucionó.
Se entendió que el servicio público debe utilizarse para transformar y evolucionar a favor de todos y no sólo para los “cuates del presi” y pasaron de la resignación a la exigencia legítima.
Y entonces, cada vez es más común que el pueblo proteste y haga valer su derecho a la democracia, pero sobre todo, a la rendición de cuentas.
Ahora los gobernantes deben pensarlo dos veces antes de creer que la sociedad se quedó estancada en el siglo pasado viendo cómo se enriquecían a costa de su esfuerzo (pago de impuestos).
Y es por esta razón que observamos la toma de presidencias, las manifestaciones y las movilizaciones que exigen una buena aplicación de los recursos y el desempeño honesto del trabajo a favor de la sociedad, siempre en el marco del respeto a las garantías individuales y sin el uso de la violencia que nunca estará justificada.
Que se dan intereses políticos de otros grupos contrarios o de choque, también es cierto, pero no se puede deslegitimar de tajo el interés de la ciudadanía porque se les gobierne bien.
Todo lo anterior viene a colación por el conflicto que se vivió la semana pasada en el municipio de Tepeyahualco.
En la próxima entrega le cuento los detalles.