Hay varios actores de la 4T a los que el gobernador Miguel Barbosa Huerta no les prestaría las llaves de su casa.
Para ellos no existe el saludo.
(Ya no se digan mensajes vía WhatsApp, llamadas telefónicas o citas en Casa Aguayo).
Sus nombres:
Esteban Moctezuma, Rodrigo Abdala, César Yañez y Manuel Bartlett.
(Alejandro Armenta se encuentra en la Sala de Observación: no se le tiene confianza, pero aparece de pronto en actos públicos con el gobernador).
¿Qué hicieron para perder la cercanía?
Se movieron de manera errática, fueron desleales, conspiraron con el enemigo o simplemente no hay química que los una.
Bartlett, por ejemplo, fue dirigente de la bancada del PT en el Senado y le tocó recibir con los brazos cerrados al numeroso grupo de senadores perredistas —encabezados por Miguel Barbosa— que se adhirió a López Obrador.
De entrada, el senador Barbosa le ganó la partida al ex gobernador de Puebla, pues tenía mejores relaciones con Emilio Gamboa y otros que manejaban la Junta de Coordinación Política, además de que la mayoría de sus compañeros lo veía como el verdadero líder.
Él terminó convertido en el interlocutor de esa bancada.
La bilis se adueñó de Bartlett.
Sus rabietas eran continuas.
“Yo soy el coordinador, no Barbosa”, repetía por los pasillos del Senado como un conde Drácula dañado por los años.
El hoy gobernador disfrutaba como nadie la situación, pues los líderes de las otras bancadas lo buscaban a él y no al dueño del castillo en Transilvania.
Cuando Barbosa llegó a Puebla para enfrentar al morenovallismo tuvo en Bartlett a una estatua de sal.
Hoy se saludan fríamente, cuando se encuentran, gracias a las muinas y corajitos que siguen asediando a don Manuel.
El sobrino de éste —Rodrigo Abdala de Bartlett—, aconsejado quizás por su tío, jugó mal desde que le encargaron una parte importante de la operación electoral en 2018.
Sus pifias fueron brutales.
Pero además, con el tiempo, cayó en la traición.
Es un fantasma en Puebla que deambula en Plaza Solesta.
Eso sí: se presenta como el Súper Delegado.
No aparece en los actos de gobierno, y Barbosa Huerta ni lo ve ni lo oye.
Ha empezado a circular un rumor que lo tiene nervioso:
Varias denuncias de acoso que están por darse a conocer.
César Yáñez perdió todo por una boda.
De ser el personaje más cercano a López Obrador durante una década, cayó en desgracia.
Todo empezó cuando por las veleidades de Dulce Silva —empresaria tlaxcalteca— tuvo una boda fifí en Puebla.
(Una boda con toda la sospecha de haber sido patrocinada por el entonces gobernador Antonio Gali Fayad).
El hoy presidente López Obrador fue testigo principal del novio junto con su esposa Beatriz Gutiérrez Müller.
A su lado, Yañez y Dulce colocaron al gobernador poblano, también testigo.
Los saludos fueron fríos, invisibles.
Todo iba bien en la boda fifí hasta que la escritora e historiadora Beatriz Gutiérrez entró a lo que ella creía que era el baño de mujeres.
Lo que se encontró fue el principio del fin.
Era un espacio lujosísimo en el que descansaban tres o cuatro cambios de vestuario de Dulce Silva.
Vestidos de diseñador —carísimos— esperaban ser usados al lado de joyas tan suntuosas como esa boda.
Un escolta le había dicho a la hoy esposa del presidente que nadie, salvo la novia, podía entrar a esa área.
Gracias a que burló la vigilancia halló ese himno a la frivolidad.
Tras comentarle a su esposo lo que había visto, ambos decidieron marcharse.
No podían convalidar lo que tanto criticaban.
Hoy, convertido en un fantasma en Palacio Nacional, Yáñez opera en Puebla para el 2021 con grupos contrarios al gobernador Barbosa, quien, por cierto, no fue invitado a aquella boda.
Lo mismo hace Dulce Silva.
Vienen a Puebla y se reúnen con personajes adversos al huésped de Casa Aguayo, en lo que ya se conoce como la Trama Fifí.
De hecho, la semana pasada acudieron a una fiesta en La Vista.
Y ella, faltaba más, lució una botas Gucci, de 70 mil pesos, y una hermosa bolsa Dior, de unos 150 mil pesos.
Es la Señora Fifí de la 4T.
(Y hay fotos).
Esteban Moctezuma cayó en el limbo cuando el gobernador se enteró de que entre sus cuadros destacados en Puebla tenía a Darío Carmona, ex secretario de Educación Pública local.
Ése y otros desencuentros enfriaron la relación.
Hace unos días, en el contexto de una comida en Palacio Nacional entre el presidente y los gobernadores, ambos compartieron, codo con codo, el pan y la sal.
El saludo del gobernador fue de un frío glacial tan elocuente que Moctezuma quedó petrificado.
Tiene razón el gobernador Barbosa en no prestarles las llaves de su casa:
Juntos o por separado la podrían vaciar.