• A esos cilindreros de consignas les falta estilo y autoridad y siempre terminan haciendo el ridículo.
Contagiados por lo que sucede a menudo en las conferencias mañaneras en Palacio Nacional —la descalificación de quien no coincide con los puntos de vista del gobierno—, diversos funcionarios públicos, legisladores y conspicuos simpatizantes del oficialismo han hecho uso de las redes sociales para participar de esa feria de la ofensa.
Vaya, ni siquiera el usualmente amable y comedido subsecretario Jesús Seade Kuri se ha abstenido de incurrir en esa práctica.
La cosa es que cuando el subalterno o simpatizante no tiene criterio propio, acaba repitiendo mecánicamente lo que ve que hace el jefe o el líder.
Eso sí, en su imitación, aquéllos son incapaces de reproducir la contundencia y hasta la gracia que sabe imprimir el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus señalamientos a sus “adversarios”. A esos cilindreros de consignas les falta estilo y autoridad y siempre terminan haciendo el ridículo.
El fin de semana, el exsubsecretario de Turismo, Simón Levy —quien se convirtió en la primera baja del gabinete en abril pasado—, decidió sumarse a quienes la emprendieron contra el ciudadano que el viernes abandonó, junto a su familia, el vuelo 507 de Aeroméxico que llevaría a López Obrador a Villahermosa.
En su cuenta de Twitter, Levy subió el siguiente mensaje, ligado a una imagen del momento en que el pasajero abandonaba la aeronave.
“Puedes decididamente bajarte de un avión pero te bajas mucho más rápido cuando #LordMeBajo sabe que estuvo preso y le van a descubrir su montaje mediático. A la mala no se gana lo que en la realidad no se obtiene a la buena. Aquí su expediente judicial”.
Y puso un link a una página del Poder Judicial en la que aparece información de un amparo tramitado por un presunto secuestrador, quien, según el exfuncionario, es la misma persona que se bajó del avión.
Nota: aunque el nombre del pasajero se ha hecho público, no lo reproduciré aquí para respetar su privacidad y porque no hizo nada malo ni ilegal. Sólo decidió que no quería volar en el mismo avión que el Presidente por seguridad propia y de su familia.
Al poco tiempo de que Levy hubiese subido su mensaje, varios tuiteros hicieron ver que había señalado a la persona equivocada. Aparentemente confundió el orden de los apellidos. Con su mensaje, acusó de secuestrador a un padre de familia inocente.
Al momento de escribir estas líneas, Levy no había retirado el tuit ni se había disculpado, a pesar de varios exhortos en ese sentido.
Se va configurando un preocupante patrón de conducta: atacar a todo aquel que disiente del gobierno, con cualquier argumento, por más vil que sea. Pocas cosas más autoritarias.
Lo único que el oficialismo acepta es la pleitesía o el silencio. Cualquier otra cosa, cualquier discrepancia, es contestada con descalificaciones o, peor aún, con amenazas.
Mientras los funcionarios y simpatizantes del gobierno sigan jugando el juego de Simón dice, la libertad de expresión y el derecho de informar y ser informados permanecerán en riesgo.
Buscapiés
La turbia relación de la coalición de gobierno de España (PSOE-Podemos) con el régimen de Nicolás Maduro ha alcanzado niveles de escándalo. España violó sus obligaciones con la Unión Europea al no impedir la entrada de Delcy Rodríguez, la número dos de Caracas —con quien el ministro español de Transportes se reunió en secreto durante una escala de ella en el aeropuerto de Barajas—, al tiempo que el presidente Pedro Sánchez rehusó reunirse en Madrid con Juan Guaidó, a quien España reconoce como el presidente legítimo de Venezuela.