El grito de hartazgo de las mujeres, que desbordó este domingo 8 de marzo (M8) las calles del país, en protesta por las sistémicas violencia e inequidad de género y por los feminicidios, hace este lunes (9M) un silencio de ausencia. No están ellas y la reflexión es para nosotros los hombres, sus hijospadresparejas. Algo tendrá que cambiar urgentemente. El desierto que muestra su falta real y simbólica debe traer una nueva actitud masculina. El cambio debe venir de abajo hacia arriba, porque institucionalmente no se ha entendido este estruendoso mensajeAndrés Manuel López Obrador se equivoca gravemente al culpar al neoliberalismo de las cifras de sangre contra las mujeres, de la misoginia asesina, en México y en Puebla. Les falla a ellas, quienes con 49 por ciento de sus votos lo llevaron a Palacio Nacional. Les falla él, como han fallado otros, antes y después del neoliberalismo; les hemos fallado todos.

Un Día Sin Nosotras llega con un silencio escandaloso.

Es una expresión de doloroso fastidio.

Debe dejar una profunda reflexión.

No es gratuita esta furiosa reclamación a los hombres, pero más al sistema, a los ojos que cerrados las han visto pasar por generaciones, sin respeto, sin equidad, sin cobijo, sin evolución masculina.

No la suficiente evolución.

Las cifras lo describen en México y en Puebla.

En nuestra entidad, en lo que va de 2020 se han registrado 33 feminicidios, hasta el pasado 5 de marzo.

En 2019 se contaron 83 en total.

Este año además los crímenes de la misoginia asesina han dejado, con grave aflicción, dos feminicidios de menores de edad en territorio poblano.

Una pequeña de 14 años de edad, en Zihuateutla, quien fue acuchillada por un hombre que la pretendía y con quien ella se negó a tener una relación.

Fue el 17 de febrero.

Otro, un caso desconsolador, de una niña de apenas 9 años en Escape de Lagunillas, la noche del 26 de enero, por una disputa familiar por tierras.

Pero hay más casos que, tristemente, dibujan el terrible escenario de la violencia contra las mujeres en Puebla.

Nuestro estado es de los que más llamadas recibe al número de emergencia, para denunciar casos de agresiones en este contexto.

Tan solo en enero de este año, en el Estado de México se reportaron 3 mil 543 llamadas.

Siguen Chihuahua con 3 mil 108Ciudad de México con 2 mil 447Jalisco con mil 170.

Puebla está en el quinto deshonroso lugar, con 920 reportes, en el primer mes de este año.

Estos números están creciendo, a pesar de que la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia de Género (Conavim) emitió, en abril de 2019, la Alerta de Violencia de Género en 50 municipios poblanos.

La gravedad es nacional también.

En el país, la cifra de feminicidios llegó a 265, hasta el pasado 14 de febrero.

A este paso, la prospectiva es muy negra.

Y la aritmética nos está alertando de que este año podría superar, lamentablemente y por mucho, a 2019, en que se contabilizaron 976 feminicidios.

El recuento lo dio a conocer, en plena mañanera del Presidente, ese día, la activista y periodista Frida Guerrera.

Ella quien, por cierto, fue criticada por otro “comunicador”, quien sugirió, también en otra conferencia en Palacio Nacional, que podría estar recibiendo financiamiento ilegal y pidió que se le investigara.

Flagrante agresión y ante los ojos de López Obrador.

El Presidente, hay que decirlo con toda claridad, no ha querido defender a las mujeres.

A pesar de lo importante que fueron en su triunfo y dando por descontado lo importante que son para el país.

De los 30 millones de votos que en 2018 llevaron a la Presidencia al tabasqueño49 por ciento vinieron de manos femeninas.

Pero no las entiende.

No es solidario y menos aún empático.

Vale la oportunidad traer a cuenta la reflexión que este sábado hizo el periodista Salvador García Soto, en su columna en El Universal.

Nadie entiende cómo el político más hábil y sensible del país no fue capaz de distinguir entre un movimiento femenino y feminista, que parte de una incuestionable realidad de violencia, feminicidios e inequidad de género, y una ‘conspiración política’ en su contra”.

Hasta ahí la cita.

¿Y qué hace la Cuarta Transformación (4T)?

No mucho.

En un gesto indecoroso, las mujeres del gabinete lopezobradorista intentaron, tarde y sin éxito, disfrazar la misoginia institucional actual.

La secretaria de GobernaciónOlga Sánchez Cordero, se hizo acompañar de las otras secretarias de Estado, para disculpar la narrativa de desdén, en este caso, que rige en Palacio Nacional.

Dijo, en conferencia de prensa el pasado 5 de marzo, que las mujeres son prioridad de la 4T.

Que hay un cúmulo de programas y apoyos específicos para ellas.

Justificó que las mexicanas no están, en realidad, molestas con el gobierno o con López Obrador.

¡No, qué va!

Olga Sánchez aseguró que el enojo es contra “las violencias que sufren a diario en sus ámbitos privados y públicos”.

Sobre los feminicidios, achacó las culpas a las fiscalías estatales.

Fue una especie de intento de limpieza del rostro misógino que ha mostrado el Presidente.

Tardío.

Sin efectos reales.

Este 8M (8 de marzo) la expresión en las calles lo confirmó.

Y lo reprochó.

Y este (9M) la ausencia y el silencio de ellas es estruendoso.

Que lo escuche quien quiera y quien pueda.

Quien no tenga los oídos bien cerrados.

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