Tal y como lo escribí el miércoles de la semana pasada, el 5 de marzo pasará a la historia de Puebla; la marcha que congregó a más de 150 mil estudiantes, en su mayoría de nivel universitario, fue un hecho que leeremos en los libros en un futuro no muy lejano y marca un antes y un después.
Entonando el Cielito lindo y el Himno nacional, los estudiantes salieron a las calles en demanda de justicia y seguridad en completa calma, siendo un ejemplo de cómo se deben hacer las protestas: de forma ordenada y pacífica.
Las muestras de solidaridad fueron múltiples por parte de la sociedad, harta de vivir con miedo, en una Puebla donde el gobierno federal y el estatal al parecer viven en otro mundo, sin empatía ante los reclamos y sin capacidad de reacción.
Solo la presidenta municipal Claudia Rivera anticipó, ahora sí, los acontecimientos y desde el miércoles 3 de marzo estableció por escrito una serie de compromisos con los estudiantes para garantizar su seguridad, lo cual evitó que fuera blanco de las críticas durante la marcha.
El movimiento estudiantil, bautizado por quien escribe esta columna como la Primavera poblana, recibió múltiples muestras de apoyo en diversos lugares del país y también a nivel internacional.
En redes sociales los hashtags #Megamarchauniversitaria y #Barbosa fueron tendencia a nivel nacional. Totalmente orgánicos, el primero tuvo más de 69 mil tuits y el segundo, más de 38 mil, para un total superior a las 100 mil menciones.
Las muestras de civilidad política del movimiento estudiantil poblano llegaron al Senado de la República, donde las representantes poblanas Nadia Navarro, del PAN, y Nancy de la Sierra, del Partido del Trabajo, reconocieron el valor, sobre todo la impecable realización del evento y exigieron que las demandas de los estudiantes fueran atendidas.
Algo digno de destacar fue la actitud asumida por los rectores de las principales universidades del estado, quienes con humildad (palabra que a muchos les falta) marcharon al lado de sus estudiantes, pero evitaron el protagonismo, algo que de verdad se debe aplaudir porque las únicas estrellas fueron los jóvenes y su movimiento.
Sin embargo, para mí, lo más importante fue que Puebla despertó del marasmo en el que socialmente había caído, en una apatía que permitió miles de abusos de poder, sin que nadie “chistara” nada; todos estábamos callados y vivíamos sometidos, muy pocos se atrevían a levantar la voz y quienes lo hacían terminaban muertos o en la cárcel. El jueves otra vez los estudiantes poblanos se convirtieron en un símbolo de la lucha contra las injusticias.
Una lectura, por demás interesante, es saber cómo fue vista esta marcha desde Ciudad de México, qué lectura tiene el presidente López Obrador de lo que ocurrió en Puebla. ¿Estará tranquilo? ¿Le preocupará que este movimiento se extienda a otros lugares del país? O de plano sigue tan ensimismado en su rifa del avión presidencial, que de plano ni se dio cuenta de lo que pasó en la ciudad de los ángeles y de las repercusiones que podría tener la Primavera poblana.
Vamos a ver si el presidente López Obrador viene en estos días a Puebla para medir qué recibimiento se le da al Ejecutivo federal, pero, sobre todo, si el gobernador Miguel Barbosa mantiene su respaldo ante las protestas estudiantiles en demanda de seguridad y justicia.
Puebla vive días claves en su historia y la del país, y, créanme, no exagero al señalar que este movimiento se puede expandir como el coronavirus, por toda la República, y cambiar las cosas en este país.
Muchas felicidades a los jóvenes universitarios poblanos que dieron a todo México una lección y un ejemplo de templanza y organización.
Siempre me he sentido, en lo personal, orgulloso de ser poblano, pero después de lo realizado el jueves pasado por nuestros estudiantes, me siento aún más pleno de haber nacido en este maravilloso estado, cuna de la Revolución mexicana.