¿Cómo saber si en el trabajo ordinario de mi escritura, se esconde una novela? Ese ha sido un enigma en el que constantemente se vive en un oficio como este. Nunca sé lo que he de escribir, ni he podido saberlo antes que suceda. Y por el contrario cuando he terminado de escribir lo que debí escribir, sé muy bien las razones por las que surgió aquella pieza que puede vivir, respirar y caminar con sus propios pies. Pero antes, nunca lo he sabido, ni de manera artificiosa, me he sentado a pensar lo que conviene escribir. Nunca lo he hecho porque escribir para lo que conviene, vuelve al escritor pretencioso y soberbio, creyendo que puede escribir sobre cualquier cosa que esté palpitando en el aire del presente o el pasado. Tampoco he escrito sobre lo que creemos que “vende” o lo que “le gusta al público”. No hay nada más equivocado que complacer al público, porque las peores visiones críticas y las más equivocadas, llegan de eso que llamamos “público”. El artista no se debe a ningún público, el artista no necesita de esas pesadillas del mercado, del éxito y la fama en donde lo que menos circula es arte. La creación es íntima y misteriosa, la creación de una obra, nunca será dictada por conveniencias. Quizás sea como dice Sándor  Márai: “En el amor no hay segundas intenciones”, y creo fielmente que en la escritura tampoco. Sólo quiero anotar que si en el amor, sí hay segundas intenciones, no es amor, y lo mismo creo de la escritura. La escritura es inherente a la vida del novelista y no se debe mentir, porque eso supone “segundas intenciones” o fabricaciones falsas de historias que no le pertenecen al que escribe.

Pero vuelvo a la pregunta, ¿Cómo saber si hallaré una novela que suceda en mi vida como una explosión y llegue a las páginas por sí misma y que sea la historia la que quiera contarse a través de mí? Difícil, pero nunca imposible si todos los días se trabaja y se busca y se espera. Hay momentos en que de verdad quiero escribir una historia y no está por ningún lado. No hay personaje para la historia o falta la historia y el personaje ya lo he visto. Eso es común que me suceda, pero cuando hay atisbos de todo lo que se necesita para escribir la novela, puede darse y la maquinaria debe echarse a andar. Aunque veces son ilusiones momentáneas que puedo externarlas con amigos y cercanas personas en mi vida ordinaria, aunque tampoco ayuda, ni orienta a encaminarnos al hallazgo. Hace poco un amigo me preguntó “¿Qué estaba escribiendo?” Y le dije que comenzaba algo, que corregía, en fin, pero me interrumpió exaltadamente para darme la gran idea: “¿Por qué no escribes sobre los feminicidios que están tan de moda en la actualidad? Eso está pegando fuerte”. ¿Qué decir ante semejantes propuestas de capirote? ¿Qué responder ante el gigantesco disparate? Mi respuesta fue: ¿Y por qué no lo escribes tú? Me miró con los ojos del que ha comprendido y como si descubriera la luz por vez primera me dijo categórico. “No es fácil escribir”. Aquella propuesta era en serio. Así pensaba mi amigo, pero él es muy bueno en lo que hace en la vida, no había que darle explicación, ni molestarme. Me alejé pensando en él, como un personaje divertido y entusiasta que bien podía vivir en un cuento de Augusto Monterroso. Mi amigo no lee, ni mucho menos escribe, su vida la ha dedicado a otra cosa. El culpable soy yo, por querer platicarle de mi trabajo, pero también caí en cuenta que siempre me hace la misma pregunta y prosigue con su cotidiana sugerencia. Pero ese día me di cuenta que así han sido mis encuentros con él. Quizás le inquiete que yo escriba. Y por cortesía me pregunta.

Y de nuevo regreso al enigma de no saber cuándo vendrá la próxima novela que se me dará por escribir. Siempre está en las manos del azar, esa bestia que no hemos podido descifrar qué cosa es, o si acaso, como lo dijo Borges, sea “una cita pendiente”. Nunca elijo lo que será una novela. Vienen revelaciones y obedezco el sitio que me marca el camino para escribirla y (me ha pasado), que cuando vuelvo en mí, ya está la historia germinando de la manera que arrastra mi emoción, lejos de estrategias, planes, proyectos, y demás métodos que muchos siguen. No hay planes para finales con buenos efectos, ni personajes que estén de moda. Nunca sé antes en qué época o ciudad sucederá la historia, la clase, el perfil del personaje que comienza a vivir y defiende su vida en una historia que él mismo va trazando con mis palabras y mis servicios narrativos, llamémosles así.

Y esos momentos que recuerdo al haber escrito otras novelas, me llevan a imaginar cómo es que viven las historias en la vida de quien las conserva en la memoria. De qué modo un día se narran y logran hacerse “materia” de quien las escucha o las lee. ¿Y qué es una historia que merezca escribirse o el que la escribe sea merecedor de que esa historia llegue a su vida atropellándolo? Difícil saberlo cuando en la escritura se busca ser honesto con la imaginación, el ingenio y la inteligencia. Pero por supuesto que así me gusta enfrentar el azar con su pureza, con lo que me vaya dando para escribir. Por ahora, ya logro ver un horizonte y hacia allá voy. Oigo la voz, veo los colores humanos que se acercan y casi son míos, algo suena allá arriba, en el techo de la imaginación. No hay prisa y sí mucha paciencia, amor y ninguna otra intención más allá de comenzar a escribir, para ser fiel a lo que dijo del amor Sándor Márai. No veo segundas intenciones, escribiré lo que ha de ser, no importa que nadie lo lea, ni esté de moda como lo quisiera mi amigo. Nada importa más que la historia y seré su cortesano.º

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