“La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye cerebros”, ha dicho Noam Chomsky, y lo estamos viendo con esta enfermedad del coronavirus que no acabará con la humanidad como lo sugiere el gobierno de Estados Unidos y se la cree y acciona sus maniobras para desarmar a los incrédulos y amenazar a los pobres del mundo, utilizando todos sus mecanismos para convencer a todos, que es mucho más grave y peligroso. Y siguiendo con Chomsky, sabemos que aquellos que propagan un argumento para manipular las masas, lo logran y cuando ya consiguieron aterrorizar a la población, y esta exige solución, ellos mismos la tienen y la aplican para quedar como héroes. ¿Quién será el héroe del coronavirus? No hace falta quebrarse la cabeza.
Por otro lado, en México lo que además estamos viviendo es la manipulación de la información. Y esa manera de manipular la verdad es para mentir, debería ser puesto en manos de la justicia y llevar a cuentas a quienes lo hacen. Pero sé que eso es un verdadero sueño imposible, porque el engaño ha sido una fórmula de nuestra cultura. ¿Qué es la verdad en nuestro país en este momento de nuestra historia y qué ha sido en los últimos 60 años? La mentira y la descontextualización de los hechos, usados para mentir y confundir a la gente del país, debería ser discutido a fondo para llevar al paredón de la verdad a esos que siguen desesperados porque el país se lo lleve el diablo a manos de quienes gobiernan, para después celebrarlo y hacer creer que tenían razón (otra manipulación). Eso es lo que quieren quienes se esmeran en fabricar verdades para que se caiga todo. Y es que nunca esperaron que el poder cambiara de manos y en donde las suyas, no pudieron ya evitarlo ni quedarse adentro. Desde entonces la inconformidad hasta el insulto procaz, la patada de ahogado, el golpe al aire, las pataletas, los caprichos y los permanentes gruñidos. Pero sobre todo, el crecimiento del desprecio, del mismo modo que en la historia del país se ha despreciado a la pobreza y a los pobres que son usados, solo para caminar sobre sus resistentes lomos de bestia invencible, porque las celebérrimas leyes del capitalismo dicen, que el mejor alimento del capitalismo es la carne de los pobres. “Si no está en mis manos el país, que se chingue”, parecen decir los que ya no lo regentean. Y los entiendo, porque sus fortunas crecían y crecían sin medida ni conciencia, y hay en ello un goce siniestro en el que el que se pierde la razón hasta llegar a creer que los pobres no existen y si acaso –“los pocos que pudiera haber”– pululan por ahí, están lejos, muy lejos.
Y lo que es peor, en México los pobres desprecian a los pobres, y se nublan en el espejismo de que los pobres viven allá entre la basura, en la indigencia, en lugares que nadie de la clase trepadora alcanza a ver. Y eso no es cierto, pero la mediatización hace creer a los pobrecitos pobres, que no lo son, que ellos son bienvenidos al mundo del confort, el crédito, la bonanza y el progreso. Mentira completa, la pobreza está a la vista por todos lados, hierve en el país, es una llamarada permanente, aunque para el poder fue desde “el mito genial”, hasta “los patarrajadas” como los calificó la hoy desplumada “gaviota rivera”. Y la pobreza ha persistido desde hace muchos sexenios pasados, ¿O comenzó la pobreza en 2018? como se atrevió a decir un locutorcillo del que nunca sabré el nombre, en una de las tantas radiodifusoras que apedrean al gobierno y de la que tampoco tendrá caso recordar cuál fue: “Yo aseguro que la pobreza comienza ahora”, dijo categórico. Parece ser que la historia no sirve para nada y en efecto, ante la ignorancia y la falsificación de argumentos engañifes que corren por todos lados, a quién carajos le importa lo que la ciencia histórica pueda darnos para comprender el presente. Importa el dinero, pero el dinero que llega fácil, con el que nadie hace mucho esfuerzo para llenar sus cuentas.
Y ya hemos visto que en México tenemos como imagen presidencial la figura de reyezuelos intocables y demagogos que mentían por sistema y que nos hicieron parecer que la mentira no es mala, que robar “nomás poquito” no es delito y robar sin que se note ni se sepa, es algo tipificado como “lo normal”, y todavía se les aplaude y se les admira, hasta las casas y fortunas que siguen a la luz, sin que nadie vaya a pintarrajearles con frases como “el que vive aquí, construyó con el dinero que le arrebató al pueblo”, por el contrario, se oyen comentarios elogiosos del caserón que tiene el señor que fue lo que fue en el poder.
En este país nos educaron para perdonar la mentira y puede verse desde la enseñanza básica y en el núcleo familiar –¿para qué dar detalles?–. Solo hay que tener memoria y revisemos los prejuicios hacia el conocimiento. El niño que sabe y se interesa de verdad por el conocimiento, es despreciado. Y me pregunto ¿De dónde viene el desprestigio de los niños a los que les importa aprender de verdad? Crecen solos, aislados y ocultando que saben y quieren saber. Los alumnos modelo, de cada salón, son los cabrones, los que vociferan, los bravucones, los que siguen el modelo delincuencial tan metido en los nuevos sueños de los niños. ¿Y qué es eso, sino el errático sistema al que pertenecemos, y en el que fuimos educados? ¿A quién de verdad le interesa la lectura de libros? ¿Quién hace algo por promover el conocimiento como uno de los mejores alimentos del alma y la vida misma? Nadie. Sólo basta escuchar la radio y sus canciones, los opinadores vacuos que pueblan la radio todo el día escupiendo frivolidades y mostrándole a quienes los escucha, que la vida debe ser “bonita”, “correcta”, “políticamente correcta” y meterse a los moldes de la generalidad y la moda hasta en el uso del lenguaje, la ropa y el alma.
¿Cómo no van a manipularnos? Este país es presa de la mentira y la traición y nadie de los oligarcas piensan en la patria y no permiten ver a un ciudadano modesto, parecido a cualquiera, investido presidente. ¿Cómo puede ser presidente de México un pobre hombre que todos los días habla de los pobres y le preocupan? ¿De qué carajos habla, si el país no sabe qué cosa son los pobres? Está loco el presidente, hasta cree en la ciencia y en la historia, loco, de remate loco.