Economía
Pues cómo no queriendo, tratando de no llamar la atención, escondiéndose detrás de las sombras de las esquinas y silbando disimuladamente, cual personaje de relleno en película de Pedro Infante para pasar desapercibido, llegó el mes de marzo. Y, curiosamente, llegó con una nada placentera sensación de haber visto lo que estamos viendo.
Y no, si alguno es más ñoño que yo y está pensando en la explicación que dan en The Matrix a los déja vu, que no espere que en cualquier momento pase una chava espectacular con un vestido rojo, lamento decepcionarlo, pero no va por ahí. De manera bastante menos fantasiosa y rebuscada, aunque no por eso carente de emociones, particularmente si trabajas y tienes cuentas por pagar o buscas tu primer trabajo, pero la economía mexicana en 2020 está volviendo a jugar, casi hasta con las mismas líneas y los mismos gestos, el papel de villano que jugó el año pasado.
Quienes creímos que, por lo menos en materia de obra pública en este año se vería un poco más de movimiento con respecto al pasado (reto nada difícil porque en 2019 prácticamente no hubo nada), que le daría al país un poco de impulso para compensar la anunciada caída en el dinamismo de la economía norteamericana y, por lo tanto, de nuestro sector exportador que fue el que mantuvo el barco a flote el año pasado, nos equivocamos de cabo a rabo.
A las señales encontradas que se observaron para el cierre del año pasado y que se confirmaron la semana pasada cuando, exactamente el mismo día, el INEGI dio las cifras oficiales del PIB 2019 confirmado la caída de nuestra economía en -0.1% el año pasado, pero, y este es el dato importante, con una caída al último trimestre cuatro veces mayor, es decir, -0.4%; contradictoriamente, el Índice Global de la Actividad Económica (IGAE), que es un indicador muy parecido al PIB por que permite tener cortes más constantes, mostró una ligera mejoría para noviembre y diciembre.
Tal vez en otras circunstancias el hecho de que el IGAE vaya en un sentido positivo, mientras la tendencia del PIB es negativa, sería señal de optimismo, pero no en el caso de México en este momento. Esto es así porque, aunque es bienvenido cualquier indicio de dinamismo económico, no hay cambios reales en el manejo del país y, cual canción trasnochada de el gran José Alfredo Jiménez, siempre “estamos cayendo en los mismos errores”. No es que no me guste la recuperación en el IGAE, por el contrario, la celebro; el problema es que el país está urgido de noticias económicas con mucha mayor contundencia.
Por lo pronto, empezó la danza macabra de las expectativas de crecimiento económico con la reducción que hace el Banco de México, de la que resulta de consultar a diversos especialistas económicos y que para 2020 pasa de un rango de 1.8% a 0.8% a uno de 1.5% a 0.5%. Puede no parecer mucho, pero recuerden que: a) ese 0.1% que dejamos de crecer el año pasado se resintió en la economía doméstica de miles de familias en todo el país, y b) así exactamente comenzamos 2019.
Peor aun, y partiendo de que “al perro más flaco se le cargan más las pulgas”, el brote del coronavirus no estaba y así nos fue como nos fue. Agárrese quien tenga de qué agarrase, que al parecer entramos a zona de turbulencias.
Política
Si algo comparto con el presidente López Obrador es que a los dos nos gusta la Historia, aunque hay veces que pareciera que nos gustan dos historias distintas del mismo país.
Sin haber sido nunca panista (de hecho, nunca he militado en ningún partido político) la semana pasada me llamó la atención, con un poco de gusto para mis adentros, del poco caso que le hizo Acción Nacional al aniversario de uno de sus fundadores: Manuel Gómez Morín.
No, no es no quiera que se celebre a Gómez Morín; por el contrario, ¡deberíamos festejarlo y buscar tener muchos Gómez Morín más! Y me explico: la historia oficial ha sido muy injusta con Gómez Morín al encasillarlo como “fundador del PAN” cuando, como buen miembro de la generación de 1915 o de “los siete sabios”, tuvo una destacadísima labor tanto en la conformación del Banco de México, donde fue presidente y estableció las bases del que hasta la fecha, y más por la tradición que él dejó que por la parte normativa, es con el de Relaciones Exteriores el servicio civil de carrera más consolidado en el país. Por si fuera poco, también fue rector de la UNAM en 1933, cuando el mundo apenas trataba de explicar qué había pasado con la crisis de 1929, los nazis llegaban al poder en Alemania y la universidad buscaba consolidar su recién ganada autonomía ante las grillas de quienes, mareados desde su ladrillito en la historia, querían imponerle una “educación socialista” a la universidad que, para serlo, siempre debe ser plural.
Cuando estudié Historia en la primaria y la secundaria, en los libros de textos se nos contó una historia de “mentiritas”, en la que se quería hacer entrar con calzador dentro de una misma historia maniquea de buenos y malos al equipo de los buenos a figuras opuestas ideológicamente (como Benito Juárez y Emiliano Zapata) o, incluso, asesinado y asesino (como sucede con Venustiano Carranza y Lázaro Cárdenas) y donde, paradójicamente, no se mencionaban temas como la guerra Cristera, el 68 o la importancia de generaciones como las del Ateneo o la de 1915. Le tomo la palabra al Presidente (del absurdo de quitar los puentes, polemizamos en otra ocasión) y revisemos la historia comenzando con la generación de 1916 que, dentro de su pluralidad, construyó las instituciones que formaron a este país.
Otros Pecadillos
Un poco en broma y un mucho en serio hoy no pude molestar a mi amigo Vito, quien es italiano y la va al Inter de Milán, porque el país de la bota decidió cancelar el juego ante el brote de coronavirus (¡iba a ganar la Juve!). A reserva de escuchar la información oficial tanto del gobierno como de la Organización Mundial de la Salud (OMS), creo que es tiempo de que en México vayamos desempolvando todo lo que aprendimos con el brote de la AH1N1.
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