La noche fue airosa. La ciudad en la quietud sometida, sus luces encendidas. Imaginé si la ciudad se apagara como en un cuento de Maupassant, donde la oscuridad lleva al personaje a una laberíntica angustia. Imaginé la ciudad así, a oscuras. Qué acostumbrados estamos a ver por dónde vamos, por saber dónde caen nuestro pie derecho al dar el paso, y luego el izquierdo y así durante el camino, tenemos que saber sobre qué piso vamos caminando, y queremos estar seguros que no hay derrumbes. Vivimos un tiempo en el que nadie quiere arriesgar nada y sí demandamos con furia la protección, la seguridad, el confort, como si gritáramos “¡Muera la incertidumbre! ¡Cerrémosle la puerta a lo que nos da comezón y nos interrumpe en la vida aséptica que es la que todos queremos llevar!” Ante esa conducta de nuestro tiempo, somos débiles a la oscuridad, a la incertidumbre, a lo inseguro, al misterio del mundo, a las amenazas de muerte.

En este tiempo hay quien cuida más a los perros que a los niños y se empeñan en hablar con ellos como si entendieran; quizás en la necesidad de hablar sin que nadie les contradiga, porque este mundo protegido en el que vivimos, nos ha hecho reyes de nuestro pensamiento y creemos que todo aquello que digamos, es la verdad. Equivocados y orgullosos, erráticos y conformes con los errores propios, estas generaciones, van por el mundo como los argonautas, con las orejas tapiadas de cera para no escuchar el canto de la sirena–realidad.

Hoy nadie quiere ser pobre, ni vivir como pobre aunque lo sea. La pobreza es integral, ya lo he dicho. Y hay muchos, pero muchos pobres que piensan como ricos (en dinero, claro) y viven la vida trepando por una escalera ficticia y en ascenso de clase aunque sepan que es imposible. La generación de niños sobreprotegidos, ya está gobernando, ya tienen poder, ya mandan. Imaginemos aquel niño al que lo llevaban a la escuela en una camionetota y en la escuela lo recibía un mozo con guantes y las maestras eran algo igual a sirvientas. Imaginen a ese espécimen siendo diputado, senador, secretario de estado o dueño de un consorcio. Imaginen a ese siniestro engreído tener en sus manos las decisiones para la guía de un pueblo. Y la protección, significa dinero, significa tener de su lado un poder que siempre está cuidando para salvarlo en cualquier momento de peligro. Con esa mentalidad en todas las escalas sociales, han crecido las nuevas generaciones y son los hijos ya de otra generación de sobre protegidos en los que los niños es rey, genio, el mejor, el triunfador, el que sirve para cualquier cosa que se proponga. Esa es una mentalidad que sólo en este momento de la historia ha sucedido. Todos somos únicos (es cierto) pero también reyes, genios, triunfadores y seres que en nada se equivocan. ¡Papelazos! Y los he visto de cerca; un alumno me quiso enseñar lo que es la dirección escénica. Fui alumno de Héctor Mendoza, le dije. No sabía quién era Héctor Mendoza aquel licenciado en teatro que me instruía con una suficiencia suya en la que creía como devoto. No importa que la información sea precaria, su conducta como conocedores, les da una seguridad, como el que todo lo puede. Como dice mi amigo Oscar Millán: “son unos malcriados que no respetan a sus mayores”. Descriptiva la afirmación. “La vida es mejor si nada la detiene”, dice una voz joven y prepotente de Spotify, y eso mucho habla de estas generaciones “en activo”. Y es cierto, para estas generaciones no hay mayores después de ellos y son capaces de matar y destruir por una moneda que relumbra enfrente. “¿Cuanto pagan?” es una pregunta habitual y si conviene la cantidad hacen el trabajo, aunque no sepan hacer aquello por lo que cobran. Podemos verlo en todas las áreas. Vivimos un momento como lo ha dicho Thornton Wilder no tenemos tiempo “de comprender la vida mientras la vivimos”, y en ese tránsito, estas generaciones viven con certezas y más certezas de que todo es posible, pisoteando la historia y la sabiduría de los que si supieron y comprendieron la vida de manera más sosegada y fértil. .a inmediatez seduce el paso de las sociedades y eso es ya imposible de parar. ¿Cómo no van a ser capaces de soltar una peste para que mate y descongestione al mundo confortable que viven esos “cabezas de chorlito” perfumados por el ignominioso poder que tanto les ha dado? Claro que son capaces de matar pobres y ricos, pero sobre todo, no se han de tocar el corazón para que la muerte de muchos les de mucho dinero. No afirmo nada, pero así pueden actuar esos machos y cabrones, creyendo que sobre el mundo sólo ellos deben estar en el maravilloso confort, sobre las tumbas que ellos cavaron. Y no lo estoy afirmando, pero la peste, les vino como anillo al dedo, por supuesto, aunque no es lejano que con su fino trabajo de joyeros, hayan construido también el anillo.

Tenemos miedo todos, aunque seamos valientes, pero esto no lo trajo Dios como castigo, ni el sabio azar; hay manos negras y crueles que se están frotando detrás de las banderas de la cooperación y la buena voluntad de los países del norte, como los llamaba Eduardo Galeano, es decir de los poderosos. Todo es real: el miedo, el virus hijo de puta, la coerción, la enfermedad, la muerte es real, y también la crueldad de los hombres, los deseos de dinero y poder, todo es real y a los ciudadanos que deberían ser, de verdad protegidos, nos abandonan y debemos encerrarnos, no solo en nuestras casas, sino en nuestro silencio y apagar la rebeldía, porque la muerte es cierta, cierto el virus, cierta la crueldad y el dominio.

La ciudad sigue quieta hoy por la mañana, al miedo le da la luz del sol y el aire no cesa. Azota las ventanas, algo nos quiere decir, nos enseña sus alas. Pero tememos a la oscuridad.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

 

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