El escenario que se nos ha planteado al iniciar la fase 3 de la contingencia epidemiológica causada por la propagación del Covid-19, no es el más alentador.

Ya de por sí ha sido complejo enfrentar una epidemia como el coronavirus, que ha tomado mal parada a la comunidad científica internacional, misma que no tiene para cuándo pueda encontrar una vacuna o tratamiento que mitigue los efectos del virus en la población.

Sin embargo, la situación empeora cuando los niveles de gobierno e instituciones se enfrentan entre sí.

El orden federal que no envía los recursos necesarios a los estados; que ofrece cifras “estimadas”, que primero dice que usen cubrebocas y después que no es tan necesario, que habla de lo que irremediablemente va a suceder, en lugar de haber tomado acciones que lo hubiesen prevenido, como ocurrió con países como Nueva Zelanda.

Y gobiernos estatales que se confrontan con sus municipios e instituciones y esto complica aún más el poder impulsar una estrategia efectiva para que la población enfrente de mejor forma los estragos del confinamiento y después de la post-contingencia.

Porque con la pandemia global, se generó una segunda crisis: la economía; ambas devastadoras.

Y qué decir de aquellos municipios que ponen en marcha programas que no son más que paliativos, como el pago de recibos de luz por montos menores a los 250 pesos (cuando la CFE ha duplicado el cobro… aunque diga que no), siempre y cuando les sea enviada una carta de agradecimiento, incluso antes de recibir el apoyo (es en serio).

O pagos únicos de 3,500 pesos para desempleados, a pesar que la inflación ya había disminuido el poder adquisitivo de las clases trabajadoras.

Pero algo es algo.

Sin embargo, no todo es culpa del gobierno…

Nosotros los ciudadanos hemos tomado esta crisis sanitaria con mucha ligereza.

Es sorprendente el número de personas que aún siguen en las calles.

Salen con su familia, como si de vacaciones se tratara.

Asumen que este virus es un invento concertado por las superpotencias argumentando las conspiraciones más inverosímiles.

Imagínese, si un diputado del PRI piensa que el coronavirus es una creación de Estados Unidos, imaginase lo que puede pensar la población que se alimenta de historias conspiradoras.

Juran y perjuran que a ellos no les va a pasar.

Eso sí, no creen en el coronavirus pero reclaman como suyos los apoyos ofrecidos por los tres niveles de gobierno.

Y por otro lado están los más damnificados, aquellos pequeños empresarios quienes impulsan la economía y generan el 78% de los empleos en el país.

Estos promotores de la riqueza local han bajado las cortinas de sus negocios para no exponer a su planta laboral y consumidores, pero muchos de ellos difícilmente podrán reabrir, porque cuando eso suceda, su liquidez habrá quedado en números rojos.

Y es que existe la posibilidad de que la pandemia no termine en junio, como el gobierno federal ha sugerido, sino que los factores del virus hagan que esto se aplace por varios meses más. Hay quienes vaticinan que en septiembre culmine la contingencia sanitaria y un importante grupo de investigadores apuestan que esto podría encontrar una luz de esperanza hasta noviembre, en el mejor de los escenarios.

Lo cierto es que la pandemia ha puesto al descubierto el nivel de gobierno que elegimos y el tipo de ciudadanos que somos.

Por lo pronto sólo queda sugerir que todas y todos nos quedemos en casa.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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