La pandemia del Covid-19, Paulina la vive por partida doble. Por un lado enfrenta el temor de los altos índices de contagio que hay en Estados Unidos y en los que se siente vulnerable junto sus dos hijos y por el otro está preocupada por su papá de casi 80 años, que vive en México y es un sector vulnerable.
En Alabama, estado donde vive, la contingencia inició dos semanas antes que México. Al principio no pensó que la situación fuera tan seria y que se pondría peor.
Primero vio cómo cerraron las escuelas y sus hijos, de 3 y 6 años, tuvieron que hacer Homeschooling, después el comercio fue cerrando poco a poco y ella se abasteció de alimentos perecederos para aguantar el resguardo.
Sin embargo, la industria hotelera se cimbró y su familia se vio afectada, pues sus ingresos principales son de ese rubro.
“Mi mundo cambió cuando empezamos a vivir las consecuencias de la industria, después comenzaron los despidos, es algo que nunca me hubiera imaginado que pasaría, todos estábamos en shock, la vida de las personas había cambiado en unas cuantas semanas, historia tras historia era una puñalada al corazón, una semana muy triste que derramamos muchas lagrimas”, relató.
A la par, tenía que convencer a su papá que el Coronavirus era una pandemia de cuidado, que tenía que quedarse en su casa, pues a su edad los riesgos eran mayores. Él no le hacía caso al 100 por ciento y eso a ella la acongojaba más.
Paulina le pedía que se abasteciera de alimentos y de medicamentos para que no tuviera que salir a la calle, pero él veía lejana la prevención de la pandemia, pues en México aún era un tema que se vivía en el extranjero.
“Me preocupaba que él seguía en la calle de arriba para abajo. Él decía que estaba tomando precauciones para cuidarse, pero mientras no se quedara quieto en casa para mí no era suficiente. Todos los días rezo para que Dios proteja su salud porque con las restricciones de vuelo sería imposible ir si algo pasara”, reconoció.
Ella le pidió que siguiera las recomendaciones del Gobierno, pero al ver que Andrés Manuel López Obrador, Presidente y Luis Miguel Barbosa Huerta, Gobernador, decía que era una enfermedad de pobres, lamentó que no tomarán en serio la problemática que se avecinaría en México.
“Cuando oí los comentarios del presidente de México y del Gobernador que decían que era una enfermedad de ricos, no lo podía creer, parece una broma, en estos tiempos de crisis necesitamos líderes que nos unan y vean más allá de sus ideales políticos”, recalcó.
Hoy, mantiene a su familia a resguardo, sin importar que otras familias no le den la seriedad debida, pues no quiere poner en riesgo a la gente que tiene que salir por necesidad a la calle.
“Nuestra familia se comprometió a seguir al pie de la letra las recomendaciones del Gobierno, nosotros al pensar en el sufrimiento de otros era razón suficiente para seguirlas. El mundo será diferente y nadie sabe lo que nos espera del otro lado, esta crisis es una oportunidad de regresar nuestros ojos a Dios, ser mejores ser humanos y mejores ciudadanos”, afirmó.