Por: Carlos Limón

Al final sólo queda la memoria para pasearla entre las avenidas y calles de los recuerdos, a diferencia del emblemático bulevar Héroes del 5 de Mayo, que no tiene la actividad previa a uno de los eventos que definen la esencia de ser poblano.

 

En este año, con el arribo al estado de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, el desfile se reducirá a una ceremonia protocolaria que dejará con la insatisfacción de asistir a la fiesta de color y alegría, parte del anecdotario de las familias congregadas en el tradicional evento al que incluso los mexicanos radicados en el extranjero festejan con mayor fervor que el de la Independencia.

 

En esta ocasión no habrá la algarabía ni el ambiente de verbena “a nivel de tierra” de los poblanos que compran, venden, comen, beben, negocian y comercian al ritmo de gritos, altavoces y música.

Tampoco el desfile militar, lento, pausado y marcial, con las Fuerzas Armadas reiterando su fidelidad a la sociedad de la que viene y a la que se debe.   

Queda pausado también el desfile cívico, con sus contingentes de estudiantes, de profesores y carros alegóricos con motivos netamente locales e intemporales o que marcaron el año en particular.

Incluso los políticos, municipales, estatales y nacionales dejarán la reunión para un mejor momento. “La grilla” hará silencio esta vez.

Sin embargo, sólo será por esta ocasión. Es mejor añorar un año que no festejarlo nunca más.

El próximo año, eso es seguro, Puebla volverá a ser la de antes.

Porque se puede sitiar a la gente por un tiempo, pero nunca una vida. 

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