A veces no se sabe qué pensar y la incertidumbre no se quita, ni es fácil dejar de lado las imágenes de esta amenaza que crece con las opiniones de los ambiciosos e inhumanos. Les vale madre la vida de los demás, mientras tengan las puertas abiertas de las arcas que hoy les han cerrado. Acostumbrados a que los gobiernos mientan, no pueden creer que la información sobre la pandemia por parte de la Secretaría de Salud –impensable en otros tiempos–, sea seria. Sí lo es; no creer es faltarle al respeto a muchos científicos mexicanos que están pensando en la vida de todos y trabajan porque nos salvemos todos. Hay una revuelta en las ideas con la suprainformación basura que circula por las redes, como las aguas negras por el drenaje. ¿Acabaremos locos de espanto y de no saber si nos va a llevar el coronavirus o nos dejará por compasión viral de pie y con la vida “normal” que antes llevábamos?

Ya vemos virus con tranchete por toda la ciudad, si acaso salimos. En la tienda, con la mirada, todos nos decimos “aléjate de mí porque puedes infectarme”, “no te me acerques”, “no me hables de frente si no traes tapabocas”, “si me besas te mato”. Y más. Sale lo peor que tenemos para despreciar al otro. Lo peor que tenemos para odiar al que se atraviese y nos pueda afectar. Aunque también puede salir lo mejor que hemos mantenido dormido en otro momento. Las grandes crisis humanas han sido el motor de grandes obras de arte y de obras filosóficas, por no enlistar otras obras humanas. Guerras, temblores, huracanes, pandemias y hambrunas, nos han dado lecciones insustituibles para que se reforme la sociedad y aprenda a darle valor a la vida humana, a la vida animal, a la del medio ambiente, a la vida espiritual y a la vida de la naturaleza en general. “Valor a la vida” de verdad, aunque suene a una frase manida y ya de muy poco significado, porque en nombre de darle “valor a la vida”, unos cuantos han asesinado, sometido, reprimido y destruido la vida de muchos.

En este cautiverio en el que ahora nos ha puesto la pandemia, puede verse en los ojos de la gente algo de lo que Eliot dijera: “Ojos que da pánico soñar”. Miradas enemigas, miradas cuidadosas y en las que la generosidad de una mirada se esconde. Eso se ve en los ojos de los que tenemos que salir de casa. La radio todo el día escupe la frase “quédate en casa”, aunque lo común debería ser “Quédate en tu casa”, porque no acostumbramos, lexicológicamente a decir “en casa”, sino “en mi casa” o “en tu casa”.

Ahora que escribo estas líneas, es imposible no pensar en las personas que conozco y a las que ahora es muy difícil ver y conversar con ellas. Y lo que queda claro es que hay un temor que se adivina en el virtual contacto que se tiene con los amigos y conocidos. Un temor sobre el que insisto, es el otro virus al que alimentan los que arden en la insatisfacción y arden en la ambición por el poder que han perdido, como claramente hemos visto la demencial desesperación del expresidente Felipe Calderón.

¿Qué falta por saber de todo esto que no habíamos vivido? ¿Qué falta saber de esta catástrofe en la que detrás puede haber hombres que no les importa la gente, sino el dinero? ¿Cual es la verdad en la que el mundo corre riesgos, como cuando la irracionalidad de la guerra opera contra los inocentes? Hablo de la verdad de todas estas novedades sociales y de salud, pero sobre todo de esta amenaza de muerte que nos tiene a todos contando contagiados y muertos, y olvidamos a los otros muertos por otras causas, tan graves como el coronavirus y que son muertes como cualquier muerte.

Tan grande es el miedo colectivo hoy en día, que hemos olvidado a los otros muertos, a los otros frágiles de salud que están en riesgo de muerte, aquellos que están muriendo, porque es cierto, que si ahora hacemos lo que hacemos, alguien está muriendo, y no solo por este virus maldito. Y cito un poema completo de Roberto Juarroz que ilustra este momento en que imaginamos desastres, soñamos peligros, negrura en el mundo, nublazones en la vida que no deja de ser hermosa. El poema del argentino que sé de memoria, o al menos, nunca lo olvido su significado, porque no quiero olvidar la fragilidad del mundo y la vida. Dice Juarroz: “Mientras haces cualquier cosa,/alguien está muriendo./Mientras te lustras los zapatos, mientras odias,/mientras le escribes una carta prolija/a tu amor único o no único./Y aunque pudieras llegar a no hacer nada, alguien estaría muriendo,/tratando en vano de juntar todos los rincones,/tratando en vano de no mirar fijo a la pared./Y aunque te estuvieras muriendo, alguien más estaría muriendo,/a pesar de tu legítimo deseo de morir un minuto con exclusividad./ Por eso, si te preguntan por el mundo,/responde simplemente: alguien está muriendo.”

Hoy cobra mayor significado el verso final del poema y hoy podemos advertir esa verdad con mayores acentos por esta amenaza tan publicitada, tan famosa, pero no olvidemos las otras amenazas que están detrás, en lo oscuro y bien aprovechadas por los que se creen dueños del mundo, no lo olvidemos por favor.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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