Hay decisiones legislativas que se pierden por un voto. Y en ocasiones ni siquiera es necesario que un legislador esté en el salón de sesiones para que su voluntad sea la que defina la votación.
Le pasó a Francisco José Paoli Bolio, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados entre octubre de 1999 y agosto de 2000, durante la 57 Legislatura del Congreso de la Unión, la primera en la que el PRI no tuvo mayoría en muchas décadas.
Sucedió en un periodo extraordinario de sesiones. Era el Día de los Inocentes de 1999. Se votaba una propuesta de la oposición para reducir en 7% las asignaciones al Instituto de Protección al Ahorro Bancario, 2 mil 500 millones de pesos de entonces, equivalentes a unos 6 mil millones de hoy.
“¿Dónde está Paoli?”, preguntaban, desesperados, los integrantes del G4, el bloque opositor en San Lázaro que había obligado a los priistas a compartir el liderazgo de la Cámara. “¡Que venga Paoli a votar, que vote!”.
El tablero electrónico marcaba 246 votos para el PRI –238 de su bancada y ocho desertores de la oposición, principalmente del PT– contra 245 del G4 (PAN, PRD, PT y PVEM). La súbita desaparición del barbudo presidente de la Mesa Directiva significaba la ventaja para los priistas. El panista no aparecía y se acababa el tiempo para emitir su voto.
Cuando por fin regresó a su lugar, en la tribuna, todo había terminado. Sus compañeros del PAN y el resto de los opositores no lo bajaban de vendido. Se había ausentado en el momento más crítico.
Inicialmente, el yucateco alegó que había ido al baño y no había estado atento a la votación. Dos días después, lo localicé telefónicamente en Mérida. En una entrevista que le hice para la revista Proceso, me dijo que no había querido votar.
“Yo consideré que reducir esos 2 mil 500 millones de pesos podía meter en una crisis a la institución, que fue creada como garante del sistema financiero nacional”, me dijo.
Algunos de sus compañeros de bancada, e incluso el aspirante presidencial Vicente Fox, lo acusaban de haberse dejado maicear.
—Eso es absolutamente falso —me dijo.
Paoli explicó que no quiso votar en sentido contrario de su bancada, que coordinaba Carlos Medina Plascencia, para no dar la impresión de un enfrentamiento con sus compañeros. Me aseguró que cuando se marchó del salón de sesiones, pensaba que la iniciativa impulsada por los panistas iba a tener éxito y entonces “decidí retirarme para no contribuir con mi voto a lo que consideraba un error”.
Recordé este episodio legislativo con motivo de la decisión que tendrán que tomar los 13 opositores de la Comisión Permanente respecto de la inminente votación que se hará en las próximas horas para realizar un periodo extraordinario de sesiones a fin de discutir –como quiere la mayoría morenista– una iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador para otorgarse la facultad de hacer reasignaciones presupuestales sin consultar a la Cámara de Diputados.
Algunos de esos 13 legisladores –seis panistas, cuatro priistas, dos emecistas y un perredista– han hecho público que votarán en contra de la convocatoria al extraordinario, por considerar que la iniciativa presidencial sólo busca concentrar poder.
En el papel, tienen los votos suficientes para impedirlo, pues el bloque oficialista sólo cuenta con 24 de los 25 votos necesarios, en caso de que en la votación participen los 37 miembros de la Permanente. Pero han de saber que con que uno de ellos no asista, eso casi garantizará que haya periodo.
Los 13 legisladores tendrán una enorme lupa sobre su actuación. Así que más vale que vayan al baño antes de la sesión, que podría ocurrir hoy, pues el gobierno tiene prisa.
Tendrán en sus manos la decisión sobre un capítulo fundamental de la relación histórica entre el Ejecutivo y el Legislativo.
Con que uno solo de ellos se deje domar, el Presidente cumplirá su propósito de convertirse en “guardián del presupuesto” y eso dejará a los diputados, los presentes y los futuros, en condición de florero.