Termina el primer cuarto de la turbulenta presidencia de Andrés Manuel López Obrador y, contrario a lo que se hubiera podido esperar, no hubo porristas, pastelote de betún duro, concierto de Eugenia León en el Zócalo ni discurso echeverristamente largo. Por el contrario, hay crisis gemelas (sanitaria y económica) que, aunadas con las previas de seguridad y de confianza, así como un manejo más que cuestionable de la economía, tienen al país en la lona. Y sumando.
ECONOMÍA
Una vez más, la publicación del INEGI de la información mensual respecto al sector de la construcción levanta cejas, provoca sudores, que otros pasen saliva y que todos volteemos a ver al gobierno federal esperando algún tipo de reacción… que nada más no llega.
El sector de la construcción, fundamental para la economía del país, tanto por la generación de empleos como por la derrama económica y sus efectos multiplicadores (es decir, por los negocios que florecen alrededor de una obra importante y su capacidad de impactar de manera positiva a otros sectores de la economía), nada más no ve la suya con la 4T. Al comparar el valor de su producción en marzo de 2020 contra la de marzo de 2019, se observa una caída de -17.1%. Paradójicamente, lo realmente grave no es esa caída, sino que suman 14 (catorce) meses consecutivos en los que cae el valor de la producción en el sector.
Esto debió haber encendido focos rojos en Palacio Nacional desde hace mucho tiempo. ¿Alguien ha escuchado algo por parte de algún funcionario federal?
POLÍTICA
El poder cambia a la gente. O, mejor dicho, saca a la luz aquellos rasgos del carácter que, por inteligencia o prudencia, se mantienen a la sombra. Un poco como el alcohol, que no inventa nada, pero hace que los borrachos hablen sobre “esas cosas”. Pero cada tres años se repiten las mismas palabras entre los que otrora fueron cercanos: “Qué cambiada/o está”. Hay excepciones, pero son precisamente eso: una conducta que se aparta de la regla o condición general de las demás de su especie.
Por tratarse de gobiernos y legisladores que, más allá de sus desempeños individuales o sus propuestas, en realidad deben sus triunfos a la capacidad de Andrés Manuel López Obrador para “conectar” con la gente, resulta particularmente notable lo que sucede con Morena y sus partidos satélites (PES, PT, a partir de 2019 el PVEM y uno que otro advenedizo que llegó solito).
Ya sea la manera en la que los diputados locales de Puebla se burlaron de las preocupaciones de sus representados, así como de la sociedad civil que se organiza en torno a las universidades, el doctor López-Gatell mostrando una misoginia en el Senado que hace dudar de su capacidad para ser un vocero nacional en un tema tan sensible como el Covid-19 o la reiterada, e inexplicable, falta de empatía del mismo presidente López Obrador con las mujeres violentadas o asesinadas, pero, desde su ladrillo, la 4T parece perder el carácter popular que alguna vez logró.
La incongruencia, o el fifí que todos llevamos dentro. ¡Bueno! En el caso de los diputados, ni lo disimulan: unos evidentemente lo son y no se esfuerzan por ocultarlo; los otros aspiran a serlo y hacerlo.
OTROS PECADILLOS
Un oxímoron es la combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en “un silencio atronador” o la Agencia Estatal de Energía y el “Acuerdo para Garantizar la Eficiencia, Calidad, Confiabilidad, Continuidad y Seguridad del Sistema Eléctrico Nacional, con Motivo del Covid-19” emitido por el Cenace el 29 de abril, como una maniobra política para, precisamente, obstaculizar la participación de los inversores privados en el sector eléctrico.