Razones puede haber muchas, pero el dato es ineludible: cuando se enlista a los estados del país por casos confirmados de covid-19 y fallecimientos causados por el nuevo coronavirus, aquellos gobernados por Morena y sus aliados ocupan las primeras posiciones.
En el primer rubro, cinco de esas entidades federativas aparecen en los primeros siete lugares: Ciudad de México (20 mil 235 casos), Baja California (4 mil 250), Tabasco (3 mil 236), Veracruz (2 mil 944) y Puebla (2 mil 165). Entre las cinco suman 32 mil 830. Las mencionadas entidades, que juntas representan 23.66% de la población del país, tienen 46.17% del total de casos de covid-19 a nivel nacional.
En el segundo rubro, se trata de seis de los diez primeros lugares: Ciudad de México (2 mil 24 fallecimientos), Baja California (705), Tabasco (416), Veracruz (372), Puebla (260) y Morelos (239). Entre las seis entidades tienen 4 mil 16 muertes. Esto equivale a 52.61% del total nacional para un conjunto de estados que representa 25.22% de la población.
Como le digo, puede haber diversas razones para que seis de los siete estados gobernados por el oficialismo estén en los primeros lugares de una y otra lista (Chiapas es la excepción, pues ocupa el sitio 17 en casos confirmados y 21 en fallecimientos).
Puede ser que la Ciudad de México, que encabeza una y otra lista, se vea afectada por la conurbación con el Estado de México, segundo lugar en ambas clasificaciones. Puede ser también que la situación en Baja California y Tabasco sea resultado de las comorbilidades que padece su población.
Pero también es posible que dichas entidades federativas estén pagando el precio de su sometimiento político a las decisiones del gobierno federal, algo con lo que han comenzado a romper otros estados de la República –como Jalisco, Tamaulipas y Nuevo León–, cuyos gobiernos, surgidos de otros partidos, han dado mejores resultados. A diferencia de lo que sucede en las entidades gobernadas por Morena, el resto de los mandatarios estatales no debe su cargo al actual Presidente.
Claudia Sheinbaum, Jaime Bonilla, Adán Augusto López, Cuitláhuac García, Luis Miguel Barbosa y Cuauhtémoc Blanco seguramente no estarían al frente de sus entidades federativas si no es porque Andrés Manuel López Obrador los palomeó como candidatos y porque recibieron, en las urnas, el impulso que llevó a éste a ganar la Presidencia.
Todo se lo deben a su manager.
En cambio, muchos de los gobernadores surgidos de otros partidos –o sin partido, como Jaime Rodríguez Calderón– se han dado cuenta que su peso político aumenta en la medida en que aplican sus propias políticas y se distancian del centro.
La crisis sanitaria por covid-19 ha proyectado a varios de ellos al primer plano nacional. Al neoleonés Rodríguez Calderón lo levantó de la lona. Hace medio año parecía acabado por el descrédito de sus resultados contra la corrupción y su fallida campaña presidencial, en la que incluso fue señalado por comprar firmas para registrar su candidatura.
Hoy, de acuerdo con Luis Octavio Arias, de Arias Consultores, El Bronco tiene más del doble de la popularidad de López Obrador en el estado, montado en las acciones que ha llevado a cabo el gobierno de Nuevo León para contener la epidemia, pero también en temas como economía y seguridad.
Lo mismo sucede en Jalisco, Tamaulipas y Coahuila, estados que forman parte de la coalición de gobernadores que nació en el noreste del país y que ya extendió sus dominios hasta Colima.
De esa independencia de criterio no gozan los gobernadores cercanos al oficialismo. Se les nota maniatados, absolutamente dependientes de lo que haga el gobierno federal. Para pesar suyo, la popularidad y el poder de López Obrador no se ha transferido a su cuenta política.
Y ya sea porque en sus estados quien manda es el Presidente y no ellos, o porque no han sabido desarrollar políticas propias, sus resultados contra el coronavirus están entre los peores a nivel nacional y eso ya está pegando en sus niveles de aceptación.
Pobres gobernadores morenistas: son los planetas más cercanos al astro rey, pero en los que más frío se siente.