Existió una época en la que no hubiera sido para tanto, aunque hoy contribuirá a nuestro desfase o confusión de tiempos: que junio y julio, meses por antonomasia de las selecciones, estarán del todo tomados por los clubes.

Este fin de semana habían sido programadas para iniciar Eurocopa y Copa América, sin olvidar que también era un verano de futbol en Juegos Olímpicos. Opuesto a eso, en pleno verano de año par, clímax de los seleccionadores, los representativos nacionales no se han concentrado desde noviembre del año pasado… y lo que falta.

Mientras al fin podemos elegir en el televisor entre Bundesliga, liga española, futbol italiano y en breve Premier League, nuestra cabeza batalla para ordenar sus tiempos. Por decir lo menos, marzo, abril, mayo, han sido extrañísimos entre encierro y angustia, pero a los futboleros nos cuesta todavía más trabajo normalizar nuestras agendas mentales al vivir un junio así. Hagan de cuenta, como si se entregaran premios Nobel en febrero, como si hubiera Super Bowl en abril, casi como si las fiestas patrias, la Pascua, el Día de Muertos o la Navidad se mudaran de estación.

El futbol pudo aprovechar esta circunstancia para posicionarse de cara a un Mundial 2022 que terminará por enloquecer los tiempos disputándose de noviembre a diciembre. Apenas a fines de febrero, en el Sports Summit, sostuve un diálogo con Javier Tebas, quien encabeza la liga española. El directivo me detalló la proporción del daño que esa Copa del Mundo supondrá para las ligas: ¿cuándo parar torneos, cómo retomarlos, qué hacer con los cientos de jugadores que no van convocados a sus selecciones, la siguiente pretemporada?

De no haber sido por el tsunami económico de esta pandemia y la urgencia de los equipos de generar dinero, aquí tendría que haber comenzado el reajuste. No obstante, tampoco es difícil comprender que con sus volúmenes de nómina, los clubes tenían que facturar. En cuanto al caos qatarí, ya verán cómo lo atienden en 2022.

Por lo pronto, la gran noticia es el regreso que se va generalizando, todavía con el deporte estadounidense desfasado de esta vuelta, su pico de contagio fue posterior al europeo occidental. La mala es que no sabemos para cuándo será sensato tener aficionados en las gradas.

Sólo la liga de rugby de una Nueva Zelanda ejemplar en el manejo de esta crisis sanitaria, ha podido aventurarse a que su aforo se llene. De ahí en más, cada butaca vacía (como cada restaurante cerrado, como cada concierto cancelado, como cada cine abandonado) resume nuestra falta de certezas en la era Covid-19.

Ahora que para rarezas, espérense a lo viene en agosto con la Champions League. Como sea que se dirima a su campeón (aparentemente, en sede fija y partido único por ronda), la estupefacción será su acompañante.
Planteaba de entrada que hubo una época en que no hubiese sido para tanto el exotismo de este junio sin selecciones. Antes de que los certámenes continentales fueran copando los veranos, sólo había un Mundial cada cuatro años y cada liga jugaba más o menos cuando le daba la gana. Muy diferente hoy, en el futbol como en la vida nos asomamos a la dimensión desconocida.

 

                                                                                                                                               Twitter/albertolati