Ningún político escapa al delirio de grandeza. Y el gobernador no podía ser la excepción. La ceguera que padece le impide ver que el poder que le dieron los poblanos es pasajero y menor de lo que piensa.
La grandeza imaginaria sólo es un espejismo para maquillar su cruel realidad. Debe ser difícil aceptar que ha sido el único candidato a la gubernatura vencido por partida doble por una mujer.
Sí, la extinta señora Martha Erika Alonso, la primera vez lo humilló en las urnas. Y la segunda lo derrotó en los tribunales con todo y la protección de AMLO.
Como los clásicos perdedores que buscan pretextos y no aceptan la derrota, recurrió a todas las instancias para revertir la voluntad de los poblanos. Una y otra vez el resultado fue el mismo.
¡Martha Erika, ganadora!
¡Barbosa Huerta, perdedor!
Meses después, el maldito destino hizo de un original perdedor un mediocre ganador. Nadie ni nada podrá quitarle el sello distintivo de los perdedores.
Los complejos y delirios de los perdedores salen a la superficie cuando por suerte, no por capacidad y menos por honradez, consiguen un trofeo.
Todo tiene un origen. De acuerdo con los psicólogos, la niñez es fundamental para marcar el comportamiento futuro de los individuos.
El daño que el maltrato se recibe en el seno familiar y escolar es determinante. La marca de los complejos suele dañar de manera permanente.
Al respecto, la historia de terror del Momos infante de la Sierra, víctima de maltrato, no tiene desperdicio. Pero eso merece narración extra.
El Momos es un personaje provinciano que con mañas y artimañas llegó a la política.
El decir y hacer de Barbosa es contradictorio y vergonzoso. Por un lado, instruyó al Pleno del Congreso para quitar la inmunidad procesal a servidores públicos. Y por otro, solapa las pillerías de funcionarios de su gobierno.
La actividad grotesca y cínica de enriquecimiento del consejero jurídico, Ricardo Velázquez, es insultante. Pero esa es otra historia.
Por supuesto debe salpicar ganancias. De lo contrario, es inexplicable tanta impunidad.
REPORTE DEL INFORMANTE
Hospital peligroso. El Hospital General de Cholula está en riesgo inminente. El colapso por saturación de infectados y en su estructura es una doble amenaza de muerte.
La estructura del edificio sufrió daños por el sismo del pasado 23 de junio. Las grietas al inició de la escalera de la planta baja son graves. Pasaron 14 días sin que el gobierno de Barbosa mueva un dedo para repararlo.
La situación empeora cada día en el nosocomio. La protegida del gobernador, Hilda Vázquez Sánchez, directora de Operación de Personal en la Secretaría de Salud, tiene secuestrado el funcionamiento del hospital.
Están suspendidas las segundas muestras —después de los 15 días de la primera muestra positiva— por falta de reactivos.
El director del hospital, Francisco Javier Roberto Enríquez Reyes, nada puede hacer ante el apoyo incondicional de Barbosa a su protegida. Anda como zombi, dice ser presionado por Hilda, para amenazarlos que si no se aplican se les retiene el salario.
Los servicios poco a poco han ido colapsando, existe hacinamiento en las áreas. No permite al personal trabajar por turnos o guardias mínimas. Los obligan a permanecer 24 horas diarias.
Les proporcionan un cubrebocas por semana. El número de personal infectado aumenta. Son más de 30 los que han resultado positivos con riesgo de una nueva recaída de enfermedad.
¿Saben poblanos por qué Barbosa Huerta desechó el hospital móvil? Luego le cuento, es una cuestión de color.