Máscaras por Jesús Olmos


A Fernando Gutiérrez Barrios en las columnas políticas de los años 90 se le mencionaba como “el super policía del sistema”, “el soldado del presidente” o ‘el hombre mito”. En la actualidad, investigaciones, libros, documentales y hasta series en plataformas digitales, han desmitificado al priista que encumbró los todos vicios del sistema.

Para aquel añejo priismo, Gutiérrez Barrios representaba al funcionario público que cargaba a cuestas la estabilidad de la vida nacional, lejos de su política de persecución, hostigamiento y ataque que enrojeció al país en las décadas de los 60 y 70.

En aquellas lecturas del pasado, a los que “entregaban” su vida al servicio público se le llamaba “hombres de Estado”, se servían del poder mientras ofrecían una estabilidad velada, y a cambio, se les premiaba con cargos y amplio poder público. Poco importaba que su operación ocurriera a costa de vidas de inocentes y de la putrefacción que sembraban en el país.

Como bien lo retrata el documental “Tlatelolco: Las claves de la masacre”, muchos militares y políticos hicieron una larga y multipremiada carrera, a pesar de ser protagonistas de los periodos más ominosos de nuestra historia. Así suele ser nuestra memoria, corta sobre estos personajes del pasado, que nuestro sistema revive y encumbra, dando perdón y olvido.

Está el caso de Dulce María Sauri, priista venida de la época de los noventa, acompañante de Francisco Labastida en la derrota que devendría en un mal logrado cambio. Testigo mudo de atropellos y tropelías de un pasaje oscuro de nuestra historia y que ahora simboliza para un convenenciero grupo partidista, la política de lo correcto y los buenos modos.

Heredera de un PRI que creó y orquesto todas las tropelías de las que ahora se queja y quiere salir pulcro de su propio pantano.

El propio presidente Andrés Manuel López Obrador también es un político del pasado. “El gobierno más feminista de la historia”, no es más que una epopeya al pasado, cuando la agenda de género era inexistente y se basaba en la búsqueda de la igualdad en una realidad entre desiguales.

Pero también hay políticos que se las dan de avanzada, pero encumbran lo peor de nuestro pasado. Ahí esta el caso de Ricardo Anaya, un hombre cuya batería de ataques a sus oponentes se basaba en su juventud, pero poca autocrítica cuando a su corta edad ya había repetido, vicios y traiciones, modus operandi que llevó a la silla al mismísimo Felipe Calderón.

Hay una máxima en la historia, el que no la conoce, se condena a repetirla.

 

@Olmosarcos_

Jesús Olmos