Un nuevo disco del cantautor cubano Silvio Rodríguez siempre es noticia. A finales de junio, Rodríguez lanzó el álbum “Para la espera” y tuve el privilegio de entrevistarlo a la distancia. Estaba trabajando en un disco con canciones nuevas, más elaborado y con más músicos:

“Pero de pronto, aparece la pandemia, y todos tenemos que recogernos”, me dijo en aquella entrevista. “Y bueno, viendo que, en muchas partes, empezaron a aparecer intervenciones por internet: mensajes, canciones, incluso conciertos, se me ocurrió tomar algunas de las canciones ya compuestas – que no estaban en el disco que estaba haciendo-, y conformar un material para ofrecérselo a la gente en forma de cooperación, de compañía en la situación de la pandemia”.

“Para la espera” es un álbum de trece temas y está dedicado a varios amigos que murieron recientemente, tres de ellos músicos: Marcos Mundstock del grupo argentino Les Luthiers, el cantautor español Luis Eduardo Aute, y el trovador mexicano Oscar Chávez.

“Para la espera” es una referencia directa a la actual situación en que se encuentra gran parte del mundo: seguimos a la espera de que pase la pandemia. Pero según leí en la entrevista que le hizo la periodista Mónica Rivero, el origen de la canción se remonta a la espera de la liberación de los cinco cubanos que estaban presos en Estados Unidos.

“El título de Para la espera es a propósito, por supuesto, de lo que está pasando, de la pandemia y el “Danzón para la espera” yo lo empecé a escribir hace tiempo, y se llamaba, en aquel momento, “Danzón”, a secas, y para editarlo, y para que tuviera que ver, le puse “Danzón para la espera”. Yo creo que no traiciona el espíritu de la canción porque le escribí en aquella circunstancia en que la mayoría de los cubanos estábamos esperando a que pusieran en libertad a nuestros cinco héroes. Entonces, la espera, (es) un sentimiento que puede tener un objeto o un sujeto determinado, pero es un sentimiento único, la espera, uno está esperando.”

Al igual que millones de latinoamericanos, escuché por primera vez sus canciones a finales de los años 70. Muchas de las canciones de los discos “Días y Flores”, “Al final de este viaje:, “Mujeres”, “Rabo de Nube”, “Unicornio”, son parte de mi formación musical, junto a las canciones de Oscar Chávez, Serrat, Zitarrosa, Violeta Parra. La Revolución Cubana, y todo lo que ella representaba, fue la inspiración de muchos latinoamericanos. En ese contexto, ¿cómo ve usted a Cuba hoy, en contraste con la Cuba de los años 70s?

Pues no puede ser la misma Cuba, y no sólo Cuba, tampoco los Estados Unidos son los mismos de los 70, ni México es el mismo, ni España es la misma, ni Uruguay, ni Chile… y para qué hablar de Rusia. Nada es lo mismo. El mundo ha pasado por unos cambios impresionantes, de entonces a acá. Desde el punto de vista ecológico, está más cerca del colapso que nunca. Discusiones hay suficiente sobre eso. Desde el punto de vista político, las hegemonías… las prioridades se están tambaleando ahora mismo con el problema de la pandemia, y de ver que los estados fuertes han logrado resolver más rápidamente, más eficientemente, más limpiamente estos problemas… y todo esto se refleja en la cultura… en lo que hace y en lo que dice la gente. La tecnología, por supuesto, también ha contribuido mucho a los cambios y, seguramente, va a seguir influyendo… y Cuba pues no es ajena al mundo, somos parte del mundo… lo único que, de los 70 a la fecha, hemos pasado por casi medio siglo de bloqueo, que cada vez aprieta más. Llevan más de medio siglo asfixiándonos. Ahora me acuerdo una cosa que dijo el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, que a Cuba la habían atado de pies y manos y la habían lanzado a una piscina y ahora la criticaban por no saber nadar: que eso era el bloqueo.”

Usted ha hecho conciertos en prisiones, ante miles y miles de reclusos, y en los últimos años, empezó a hacer “La gira interminable” por los barrios marginados de Cuba. Tuve el privilegio de verlo en uno de esos barrios de La Habana, hace cuatro años. La experiencia de verlo en ese ambiente de barrio, me impactó mucho. ¿Cómo surgió la idea de hacer estos conciertos? ¿Seguirá haciéndolos cuando esto pase?

“Pues la verdad es que nosotros siempre hemos hecho conciertos en las calles. Ahora lo que hicimos fue sistematizarlos. A partir de diez años que hace que los estamos haciendo. Al inicio de la revolución, por ejemplo, vimos al ballet nacional, con Alicia Alonso al frente, bailando en las calles; también el ICAIC, la industria del cine: subían camiones con película a lugares remotos, en las montañas, donde nunca había llegado el cine. Se hicieron documentales sobre eso… pues ese espíritu de repartir la cultura fue el que tuvo mi generación de trovadores… y cuando, cada año hacíamos festivales, íbamos a cantar a todas partes: a las fábricas, a las escuelas, a barrios, a prisiones… hace 10 años, cuando empecé la experiencia ésta, de la llamada “gira interminable”, fue que un policía me tocó la puerta y… para invitarme a que fuera al barrio que él cuidaba, un barrio que le dicen “La corbata”. Después lo seguimos haciendo y ya llevamos diez años y 108 conciertos hemos hecho… y los hemos hecho, sobre todo, en La Habana, pero también algunas otras ciudades de Cuba, y los hemos hecho en Argentina, en España y en México. Todavía no está muy claro lo del fin de la pandemia, en cuanto a reunir personas con cierta seguridad. Yo espero poder continuar haciendo estos conciertos, haciendo la gira, después de que esto pase. Ojalá, ojalá podamos, es lo que yo quisiera.”

Fui a Cuba por primera vez en 1995, en pleno Período Especial. Desde entonces, he regresado cuatro veces. A pesar de la situación económica, de las carencias, a pesar de todas las crisis, si hay algo que se mantiene viva y fuerte es la música, la cultura, y ante todo, la creatividad del pueblo cubano.

“El pueblo de Cuba es muy creador, muy imaginativo. Es capaz de reinventarse constantemente; ha pasado por pruebas inmensas, y siempre da batalla. Yo creo que es algo que está en los genes de Cuba y también es algo que se ha fortalecido con la generalización de la enseñanza. Desde la campaña de alfabetización, que fue en 1961, y que el año que viene va a cumplir medio siglo, con el acceso universal a la educación, con las escuelas de arte, sin barreras de clases, son cosas que ya están, me parece, en el ADN del cubano.

En su libro titulado “Agua por todas partes”, el escritor cubano Leonardo Padura escribió un ensayo titulado “La generación que soñó con el futuro”:

“Al final del camino la generación escondida, sin rostro, obediente y complacida, la generación que soñó con el futuro, y a la cual pertenezco, ha vuelto a ser la perdedora. Solo que esta no es una derrota coyuntural, del momento, sino una debacle histórica de la que no saldremos ni siquiera mas sabios, o mas cínicos: porque ya no saldremos hacia ninguna parte.” Es usted optimista frente al futuro?

“El optimismo frente al futuro. Es difícil comentar sobre un libro que uno no ha leído, que tiene esa cita que usted me propone, que habla de una generación a la que, al menos por edad, me parece que pertenezco también. Quizá, al analizar la historia, sólo desde el ángulo de las generaciones, pudiera ser un tanto limitado como visión, porque los movimientos históricos, a veces, suelen ser bastante más lentos que la duración de las vidas de los seres humanos… entonces… hay un decir popular que es ese de que “la esperanza es lo último que se pierde” y esto es lógicamente porque, si no hay algo de lo que agarrarse, al menos espiritualmente, aunque sea una ideíta, pues ya no hay lucha, ya no hay ganas, ya no hay razón de ser… y es que la razón de ser, muchas veces, es sólo un deseo, una aspiración, un sueño, una nubecita que uno sigue, que algunos siguen durante toda la vida y no les resulta nada, pero la siguieron; se entretuvieron en eso y así resultó la existencia: así han sido muchas vidas… y no precisamente de las peores porque han sido gentes que han tenido, no sé, una ilusión, algo por… en qué creer, por lo que luchar.

Hay vidas, por supuesto, más afortunadas. Gente que, sin considerarse demasiado especiales, de pronto se le fueron armando cosas, aventuras, posibilidades… y no es que no hayan tenido que luchar, sino que, sencillamente, tuvieron más suerte. Por eso escribí yo aquello de las causas y los azares, “Causas y azares”. Este asunto, de la esperanza en el futuro, lo tienen todas las generaciones y todas las personas, en cierta medida. En Cuba, que es una nación que empezó a forjarse, ya con fundamentos, en el siglo XIX, según se dice, aunque desde antes, por supuesto, que ya había características nacionales, había gente que se sentía que no eran parte de España, sino que eran otra cosa, que ya eran criollos, nacionales… y así empezó en el desarrollo, con esa ilusión, con esa esperanza en el futuro empezaron las ideas. Desde nuestros pensadores como José de la Luz y Caballero, como… anteriormente, incluso, el padre Varela: un sacerdote que, se dice, que fue el primer pensador de nuestra historia… y con esas ideas se formaron gente, jóvenes… talentosos, patriotas como José Martí, Fermín Valdés Domínguez… y se formaron generaciones y, antes que ellos, hubo gentes que abandonaron todo lo que tenían: sus posesiones, los logros de su vida, de su familia; lo sacrificaron todo: le dieron fuego a sus casas, a sus pertenencias, liberaron a sus esclavos -los que los tenían- y, esperanzados en un futuro de nación, de algo propio, pues hicieron hasta una guerra, una guerra tremenda que duró muchísimos años, 30 años… y luego esa guerra se frustró porque tuvimos una libertad condicionada por un vecino poderoso que llegó y nos plantó su bandera al lado de la nuestra, cuando ya habíamos ganado esa guerra; en fin, eso fueron frustraciones… después de mucha sangre, después de muchos sacrificios, generaciones y después otras generaciones, que en el siglo XX también se inmolaron, pensaron, creyeron en cosas y no las obtuvieron del todo, pero fueron dejando su semilla… o sea que, hasta en las frustraciones, hay una semilla que, después, algunos recogen y sirven de inspiración para continuar ideas, o para perfeccionar algunas ideas que no se completaron… y, en ese sentido, yo me siento dichoso y afortunado de ser parte de un pueblo bravo; parte de un pueblo que ha pasado por muchas pruebas, y que ha salido vencedor de muchas de ellas -no todas, por supuesto, es imposible-… o sea que sí, yo soy un hombre esperanzado, yo soy un hombre que cree en el futuro; sobre todo por ser del país que soy, sobre todo por tener este pueblo que tenemos, que no es perfecto, pero que es combativo y que es esperanzado. Yo soy parte de esto, así que soy un hombre con esperanza.”

Desde que empezó su carrera como trovador, a mediados de 1960, Rodríguez ha escrito casi mil canciones. Muchas de ellas han quedado en la memoria de millones de latinoamericanos de varias generaciones. Hoy, a sus 73 años, el cantautor dice que para alguien que ha escrito tantas canciones, el reto es aún mayor: “Uno quisiera, cada vez que escribe, cada vez que canta, descubrir algo, revelar algo, cuando tienes delante una audiencia que te atiende, que te espera, pero eso es muy difícil. Claro que, por supuesto, es más difícil si uno deja de intentarlo. Todavía, yo, a esa situación, no he llegado, la de dejar de intentarlo y espero que se demore.”