Hace un par de semanas un muy buen amigo me recomendó consumir dos narrativas colocadas en la plataforma de streaming de video, Netflix. La primera película fue The Hater del director Jan Komasa y básicamente describe —sin spoilear— a un adolescente falto de principios deontológicos que realiza una estancia laboral en una agencia de mercadotecnia digital, con la misma carencia de principios profesionales y a través de tácticas difamatorias e ilegales en redes sociodigitales, logra intervenir en procesos sociopolíticos de la vida real.

Aunque apunta el poder de las redes sociodigitales en su característica masificadora cuantitativa y no en la pluralidad y/o el performance de receptores —como sucede con la media— no deja de ser una crítica al uso perverso de figuras hegemónicas en espacios mediáticos e hipermediáticos.

La otra película que me recomendó fue The Dilemma of Social Media, dirigida por Jeff Orlowski y donde además figuran entrevistados como Tristan Harris, Aza Raskin, Justin Rosenstein, Shoshana Zuboff o Tim Kendall, por mencionar a algunos. Este documental, con elementos de ficción, realiza una crítica al capitalismo de plataformas o como en la narrativa se refiere —capitalismo de vigilancia— a través de la minería de datos de cuál también se aprovecha el mismo Netflix.

Ambas narrativas son recomendables, la primera nos recuerda cómo los procesos comunicativos a través de la manipulación de los individuos intervienen en la contención del cambio social hasta convertir el adoctrinamiento en un estilo de vida, reduciendo el significado de un pensamiento a relaciones de dominación a través del sistema de poder. Es decir, la información son elementos cohesionadores en sociedades actuales capitalistas a partir de la intervención cotidiana modeladora estatinista burgués de los Aparatos Ideológicos del Estado. Como describiría Martín Barbero, se establece una comunicación entre emisores dominantes y receptores dominados cuya actividad es cómplice de la dominación que se réplica en los discursos del amo.

La segunda reflexiona sobre cómo la burguesía nacional de cualquier país es arraigada por el capital económico, pero también por el cultural que tiene por objetivo la acumulación de capital simbólico, donde el poder es ejercido de uno sobre otro formando relaciones de intercambio que determina el estatus, las valoraciones y las clasificaciones culturales basadas en el monopolio de la violencia.

¿Es necesario estar en las redes sociodigitales? Recuerda que quienes controlan los medios de la violencia —simbólica— tienen la capacidad de imponer sus intereses.

 

Ecosistema Digital

Carlos Miguel Ramos Linares

@cm_ramoslinares