‘Había una vez una Casa Blanca, en un lujoso barrio de la Ciudad de México, en posesión de un presidente de la República y unos periodistas que contaron su historia, la historia terminó en censura’.
Esta es una de las frases que forman del documental Radio Silencio dirigido por Juliana Fanjul y cuya protagonista es la periodista Carmen Aristegui.
En él se narra uno de los episodios más negros para la libertad de expresión en nuestro país: la periodista de la cadena MVS.
Este episodio es evidencia casi irrefutable de cómo durante esos años de firme y puro peñismo, acallaron voces, cínicamente y frente a todos.
Durante sexenio de Peña, México se volvió el país más peligroso para ejercer el periodismo en América Latina con más de 50 asesinatos en el gremio documentados por organizaciones como Artículo 19.
Veracruz, se volvió el foco incandescente por la muerte 17 periodistas, con el caso de Rubén Espinosa como bandera. Un joven perseguido por aquel priismo fidelduartista que nunca entregó verdad.
Puebla, en el maximato de Rafael Moreno Valle, tuvo también números rojos en materia de libertad de expresión. Las obras faraónicas opacaban el acoso y la intimidación a la prensa, el espionaje y la censura, que fueron prácticas aceptadas y toleradas en los afanes modernizadores del grupo político ahora casi extinto.
Son estos contextos los que nos llevan al valor agudo del documental Radio Silencio y que lo hacen anecdótico.
A estas alturas, a Carmen y a todo aquel periodista crítico de las administraciones del pasado, se le exige sumisión a la agenda opositora, se le ataca, censura y hasta se le denigra de forma personal, se les habla en cinco tonos y se les exige replicar los claxonazos.
En la actualidad la libertad de expresión en Puebla y el país se enfrenta a otras tesituras. En estos tiempos la prensa tiene voz, exige y desenmaraña, aunque también es etiquetada, y aun cuando es atacada desde los púlpitos presidenciales, sigue insistiendo en exponer la verdad.
El documental que narra lo que ocurrió con Carmen en 2017, es, como lo describe Ambulante ‘una dolorosa carta de amor a un país fragmentado ante la mezcla de corrupción, narcotráfico y violencia’.
Ante nuevos gobiernos y nuevos retos de los periodistas y comunicadores, los miedos de siempre ocupan y las argucias de nunca acabar, alertan, en una profesión en donde ‘el optimismo es casi una obligación moral’ que, como lo dice la propia Carmen, no se nos debe olvidar.
Jesús Olmos Arcos
@Olmosarcos_