Dice el enorme maestro de Úbeda, Joaquín Ramón Martínez Sabina -más conocido por su primer nombre y su segundo apellido- que hay “feministas de pancarta” y “toreros de salón”, y lo construye como figura retórica de ironía, para referirse con su encantador sarcasmo a los simuladores.

Tan a gusto, dicen sus colaboradores, que la presidenta municipal de Puebla capital, Claudia Rivera Vivanco, se instala a escuchar las canciones del “profeta del vicio” -como lo bautizaron en Chile- que debiera identificarse algo o mucho con esa figura literaria tan recurrente en su obra.

Claudia es estridente para proclamar su feminismo, cuelga mantas y pancartas, pero ha sido como funcionaria máxima del Ayuntamiento 2018-2021, por omisión o acción, la que más ha permitido la misoginia; es juez y parte (y verdugo) de esos excesos.

Está, entre otros, el caso de Faryani Yaret Miranda Uribe, analista del Departamento de Inclusión Laboral del DIF, que fue despedida con agresiones y acoso, y en estas páginas denunció la simulación que en el ayuntamiento se dio en la entrega de despensas, entre muchas otras anomalías.

Está otro caso, el de Yasmín Nalleli Flores Hernández, quien fue la coordinadora de la Consejería Jurídica, hasta julio pasado y quien sufrió violencia política de género por parte de Rivera.

De acuerdo con la denuncia que, ante la Fiscalía General del Estado, quedó registrada con el número de carpeta 1476/2020/, la alcaldesa le dijo que necesitaba en ese cargo a “alguien con carácter de hombre”.

La presidenta municipal asegura que está abierta a cualquier auditoría o escrutinio y que su administración es la campeona en la rendición de cuentas, pero cuando el Congreso del Estado la llama a comparecer, levanta ante ellos un silencio oscuro y termina huyendo, como quien lo hace del frío en medio de las rebajas de enero.

Este lunes, eso hizo al reventar la comparecencia a la que fue llamada por la Comisión Inspectora, a la que sólo llegó a leer, con torpeza, por cierto, un texto lleno de proclamas políticas y ningún dato técnico, aunque ella sí los exigió.

Se victimizó, acusó persecución. Quiso verse con la frente muy alta, pero evidenció su incapacidad política.

Claudia Rivera Vivanco nos regaló así un adelanto de cómo será su salida del Ayuntamiento: apresurada, sin dar explicaciones, con la proclama y la pancarta como escudos inútiles, sin transparencia y huyendo.

Mal y nunca estará cumpliendo la palabra que nos dio a los poblanos cuando juró gobernar lo mejor posible Puebla capital.

Muy mal y muy nunca.

 

Piso 17 por Álvaro Ramírez Velasco