Lo que está sucediendo en MORENA no es nuevo. Es resultado de la historia de la izquierda en México, eternamente dividida y enfrentada en liderazgos, facciones, revisionismos y radicalismos que siempre logran el objetivo: Los ciudadanos se hartan y no vuelven a votar por ellos.

Ganó el poder no por ser un partido unificado y con estructura organizada. Ganó porque tuvo un liderazgo mesiánico protagonizado por Andrés Manuel López Obrador y era lo único diferente a historiales corruptos del PRI y PAN.

Pero una vez que el líder conquistó la ansiada Presidencia de la República, MORENA volvió a ser lo que siempre fue: Un nido de líderes grillos, envidiosos y conflictivos que jamás habían experimentado ser gobierno.

López Obrador fundó MORENA y el partido es de su propiedad. Dejó por primera vez que lo dirigiera Martí Batres, luego él mismo, después se separó del cargo para dejarlo en manos de Yeidckol Polevnsky. Y desde hace menos de un año el grupo de Bertha Luján, opositor a la “advenediza” Polevnsky, en un madruguete por ser líder (Luján) del “Consejo Nacional”, la quitaron y pusieron como dirigente provisional al conflictivo ex líder del grupo “El Barzón” (el mismo que en 2002 entró a San Lázaro montado a caballo).

Nadie esperaba que el INE dispusiera que fuera por encuesta el método para designar a la nueva dirigencia.

Elegir por encuesta a una dirigencia de partido o un proceso de selección de candidatos es el oficio más ingrato para una encuestadora seria. En el BEAP nos ha pasado una y otra vez: Todos están de acuerdo cuando se les presenta la metodología. Pero una vez que se presentan resultados, los precandidatos que no salen con los porcentajes más altos, protestan, insultan, aseguran que el proceso fue amañado y un largo etcétera.

Eso es exactamente lo que está pasando hoy en Morena. El INE dispuso la encuesta como método y los aspirantes estuvieron de acuerdo. Porfirio Muñoz Ledo fue lanzado por el grupo de Bertha Luján más para dividir que para ganar y naturalmente tuvo el porcentaje más alto de conocimiento.

Efectivamente hay empate entre Muñoz Ledo y Mario Delgado (25.34% y 25.29% respectivamente) en los encuestados que respondieron a quién prefieren como dirigente nacional.

No es una votación, entiendan. No se gana por un voto. Son opiniones de una muestra de ciudadanos que fueron encuestados. Hay un margen de error (1.46% puntos porcentuales, pues la muestra fue de 4,500 encuestados en vivienda, aleatoriamente y solo a simpatizantes de MORENA, divididos en 1,500 por cada casa encuestadora, serias las tres y elegidas por insaculación de entre todas las que se inscribieron) y por eso la diferencia entre Muñoz Ledo y Delgado es menor al margen de error muestral, por lo que realmente NO se puede tener la certeza de quién está arriba de quién.

Si Muñoz Ledo tuviera al menos dos o tres puntos arriba de Delgado, sería el ganador, pero no fue así.

El problema de todos que opinan es que no entienden de encuestas.

El problema es que simplemente no aceptan los resultados de ningún método y se van a pelear una y otra vez sea cual fuere el resultado.

En fin.

 

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