En América Latina y particularmente en México las figuras hegemónicas que representan los más altos niveles de las esferas del poder continúan reforzando la idea de un continuo fortalecimiento democrático (aún en un contexto pandémico) que se traduce en estabilidad económica y bienestar común. Es a través de la hipermedia que estas figuras minimizan —o ponderan— las debilidades —o fortalezas— institucionales, según sea el caso.

Más allá de realizar un análisis cuantitativo acostumbrado, decidí plasmar un razonamiento en sus justas dimensiones para quienes se hacen del poder, cortados por las mismas tijeras y quienes no desean perder privilegios institucionales.

En México, claramente podemos distinguir dos bandos, quienes apoyan la actual administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador, y quienes se oponen a esta figura. Ambos realizan prácticas digitales que fomentan polarización, inhiben el debate informado y respetuoso a través de tendencias artificiales como el más reciente ejemplo: #DoctorMuerte, refiriéndose a Hugo López Gatell y #LillyTellezEsquizofrenica mencionada por el performance durante la comparecencia del mismo López Gatell ante el Senado.

El debate en el Senado —así como en las redes sociodigitales— se degrada a un nivel de insultos o ataques personales que tienen como objetivo reafirmar juicios y prejuicios ideológicos según el constructo social de las personas, es decir, la relación de dominación del sistema de poder (de ambos) no sólo se basa en la masificación de los mensajes emitidos en la hipermedia, sino también en los individuos que se sitúan en un contexto sociohistórico particular que presta atención a los mensajes en distintos grados de concentración, los interpreta, les da sentido y finalmente los relaciona con otros aspectos de su vida.

La realidad ideológica de los individuos como la representación de la relación imaginaria del ser humano con sus condiciones de existencia, es moldeada a partir de los Aparatos Ideológicos del Estado (políticas, medios de comunicación, hipermedios, información) que actúan como forma predominante ideológica pero también como represión disimulada, atenuada, simbólica.

El poder ha utilizado tendencias políticas en las redes sociodigitales como los espacios predominantes y masivos de transmisión de formas simbólicas que impone una arbitrariedad cultural que intenta encubrir una relación de dominación.

En medio de esta batalla hipermediática de violencia simbólica se encuentran las viejas y legítimas luchas sociales como la pobreza, desigualdad, violencia, desnutrición o carentes servicios educativos y de salud que son relegados o minimizados por quienes ocupan el poder en turno, pero también son utilizados como instrumento de golpeteo político por quienes quieren más poder, un claro ejemplo contextualizado son los enfermos de cáncer y la falta de insumo médico.

Sin embargo, la dominación no puede ser ejercida sin el apoyo de los dominados, el poder de las formas simbólicas actúa sobre aquellos que fueron preparados para creerlas.

Ecosistema Digital

Carlos Miguel Ramos Linares

@cm_ramoslinares