Tener un partido más allá de los jingles pegajosos ha sido el reto de los miembros Movimiento Ciudadano, el partido naranja, que desde sus documentos base se define como una agrupación a favor de la social democracia electoral.

Lejos de los sonidos del “Movimiento naranja, na na na na” o “Naranja, naranja, esto es convergencia”, el partido propiedad de Dante Delgado, que en el papel dirigen Clemente Castañeda y Jorge Álvarez Máynez, han pasado de ser en los últimos 8 años, socios incondicionales de Andrés Manuel López Obrador, a ser sus más feroces críticos.

Después de la elección de 2012, de que AMLO bateara a Dante y formara su propio partido sin él, es muy curioso que tanto Morena como el partido naranja hayan tenido la misma génesis, un ADN orientado por liderazgos que apuntan hacia la izquierda, pero con una ligereza casi burlona para recoger perfiles que otros partidos vayan desechando o que opten por una salida fácil a la oposición a sus caprichos.

En Puebla, bajo la tutela del expriista Fernando Morales, Movimiento Ciudadano ha iniciado su campaña de recolección de exiliados de otros institutos con la suma de la expriista Grace Palomares.

Extraviados de la agenda del partido Carlos Alberto Morales Álvarez y Alejandra Esquitín Lastiri, los representan desde el Congreso de Puebla, donde se abstuvieron en la discusión de los matrimonios igualitarios, son dos perfiles con más contacto al casi extinto morenovallismo que a los ideales del partido de Dante que batalla internamente por sus causas.

Y con todo y que lo niegue Martha Tagle, ahí están las fotos de Héctor Alonso Granados, apapachado por Dante Delgado y con su chaleco naranja, seña inequívoca de que fue bienvenido en un partido que como Morena no sabía lo que compraba con ese legislador.

La misma oriunda de Puebla, es quizás la voz más consonante de esta agrupación desde la Cámara de Diputados, aunque muchas veces fuerza con calzador la agenda feminista del partido, es recordada por la frase “No te equivoques, Rosario” a la exsecretaria de SEDATU, señalada por la Estafa Maestra, ahora presa en la CDMX.

En el senado, el partido naranja es una dualidad absoluta. Tiene luces y crítica puntual con perfiles como Patricia Mercado y Verónica Delgadillo, pero también tiene show, clasismo, xenofobia y violencia contra las mujeres con el polémico Samuel García.

En Nuevo León, donde respaldan al misógino miembro de la Cámara Alta que busca ser gobernador del Estado, también tienen la corriente influenciada por Agustín Basave a cargo de Luis Donaldo Colosio Riojas, hijo del mítico candidato presidencial priista asesinado en el 23 de marzo de 1994, en circunstancias aún sospechosas.

Con Enrique Alfaro en Jalisco, buscan cumplir la promesa que soltara Dante en Veracruz hace más de 10 años. El plan de su partido para el 2018 era ya tener varios gobernadores y en 2024 a un presidente de la República. Sin embargo, Alfaro ha resultado ser un mago del escándalo; el Javier Duarte de occidente, escribí en meses pasados., escribí en meses pasados.

Regresó a Jalisco los tiempos de la deuda exacerbada, de la confrontación con el Gobierno Federal, anticipó medidas ante Covid-19, las hizo en independencia y ahondó la crisis, su botón de emergencia ha sido un rotundo fracaso y sus medidas de restricción de movilidad un fiasco monumental.

Se ha allegado de “expertos” que le prometieron solucionar la pandemia en 8 semanas y los números repuntaron, y por si fuera poco, revictimizó a Giovani López, quien muriera a manos de policías por no respetar su medida obligatoria del uso de cubrebocas; luego, su Fiscal levantó a manifestantes, y todo ello se ha mantenido en total impunidad.

Mientras tanto, Alfaro ha intentado meter las manos con millones derrochados en elecciones como las de Puebla y Veracruz, a costa de su propio Estado.

Para el 2021 navegarán en solitario con su campaña #Evolución, en la búsqueda de, por lo menos, no perder el registro y con ello, el presupuesto.

Máscaras escribe Jesús Olmos