Aunque el candidato demócrata, Joseph Robinette Biden Jr., más conocido como Joe Biden, alcance los 270 votos del Colegio Electoral y gane, en el papel, la Presidencia de Estados Unidos, el desenlace de este proceso vendrá formalmente tras una amarga disputa judicial ante la Corte Suprema. Es inexorable.

Donald John Trump, el actual mandatario de la Unión Americana, adelantó desde la campaña que podría desconocer la elección, en este arcaico sistema de democracia indirecta, y alegar fraude. Era previsible.

La decisión sobre quién será el presidente 46 o si seguirá el 45 del vecino país afecta por supuesto profundamente a México y a los mexicanos. A los de aquí y a los de allende la “border line”, pero de maneras muy diversas y nada coincidentes.

De ahí que, aunque mayoritariamente el voto latino, mexicano y el de los poblanos binacionales haya sido para Biden, hubo también muchos para el republicano.

El voto de los mexicanos en el autoexilio (más por necesidad que por placer) en Estados Unidos, con potencial de 16 millones de electores, tiene distintas motivaciones, que no siempre se perciben a primera vista.

La pregunta de ¿qué presidente de EU le conviene a México?, primero debe diseccionar a los distintos Méxicos y los intereses de los mexicanos.

La permanencia de Trump en la Casa Blanca por otros cuatro años les viene bien a Andrés Manuel López Obrador y a su Cuarta Transformación (4T), porque a pesar de las vicisitudes, ha podido fluir la relación bilateral.

El estadounidense ha apoyado, poco y a regañadientes, al mexicano y el tabasqueño debió pagar facturas al visitarlo en Washington los pasados 8 y 9 de julio, para apuntalar su campaña entre la comunidad latina. Ahora el favor lo debe el magnate.

También en aquella visita, López Obrador desdeñó el llamado de líderes del Partido Demócrata para una reunión con Biden.

El mexicano argumentó de que no lo hizo, porque se trataba de un candidato. Pues si se convierte en presidente, vendrá un alto cobro de factura. Eso lo saben en Palacio Nacional.

En otro flanco, la reelección de Donald podría convenirle, paradójicamente, a las familias de los migrantes aquí, por los apoyos asistencialistas que reciben allá sus familiares, de parte de la actual administración federal estadounidense, principalmente en el contexto de la pandemia por el COVID-19, lo que explica por qué no se han caído, al contrario, han aumentado, las remesas.

No hay trabajo allá, nos dicen los paisanos, pero llegan puntualmente los apoyos, incluso algunos también para los indocumentados, por desempleo, para manutención de los hijos y en general para enfrentar la pandemia, hasta por mil 200 dólares en una sola exhibición, en cheque o en depósitos.

Y finalmente, si el magnate permanece en la presidencia estadounidense, vendrán cuatro años más muy negativos para los indocumentados en Estados Unidos, especialmente para los jóvenes conocidos como “dreamers”, quienes llegaron siendo muy niños y no han podido regularizar su situación.

Se cuentan en 700 mil en todo aquel país y de ellos al menos 50 mil son poblanos de nacimiento, aunque salieron de aquí siendo casi unos bebés.

Los “dreamers” se habían beneficiado para evitar la deportación con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), una suerte de plan de tregua, que heredó la administración Barack Obama, pero que luego limitó y condicionó Trump.

Por ejemplo, ahora mismo, aunque no son deportados, no pueden viajar fuera de EU y se incrementó el costo económico del trámite para acceder al programa.

En esa comunidad de “dreamers” hay líderes sociales, científicos, profesionales de alto nivel, académicos e integrantes de muchas otras disciplinas, que ven limitadas sus vidas para conseguir trabajos o para realizar muchas actividades.

Es de esperarse que, si gana Biden, se reinstale el DACA, tal y como fue concebido por el también demócrata Obama.

Una cosa es innegable, cualquiera que sea el resultado: no habrá una reforma migratoria integral, ni con Joe, ni con Donald.

Así que, en realidad, ni uno es la concepción del abismo, ni el otro es la esperanza de la nube rosa.

 

Piso 17 por Álvaro Ramírez Velasco