En la época profesional, el futbol mexicano ha tenido personajes irreverentes, pintorescos, atrevidos y soñadores, pero nadie se asemeja a lo que fue Jorge Vergara Madrigal al mando de las Chivas rayadas del Guadalajara.

A unos meses de crear lo que hoy es Omnilife y con la desconfianza de su madre,  Jorge se plantó ante ella y le dijo: “no me metas miedo, no he empezado con este proyecto y ya me estás matando a la gente”. Si eso se atrevía a decirle a su progenitora, ¿se imaginaban a un empresario timorato y que le temblara la mano para tomar decisiones? Pues no. Esa es la historia y legado de Jorge Vergara.

Llegó a Chivas en 2002 y su manera de encabezar proyectos, cortar procesos de entrenadores, jugadores y directivos era sumamente criticada. Se le tachó de ser un dueño viceral e incapaz de sobrellevar las riendas de un equipo, y creció la idea que el club Guadalajara era solo un capricho.

Pero Jorge tenía muy claro el objetivo de devolverle identidad al equipo más mexicano, no era amante de la continuidad por sí sola, miraba el contexto y nunca se traicionaba. “Persigan sus sueños un día sí… y el otro también”, decía.

De Chivas hizo una marca, exportó jugadores mexicanos a Europa, dejó estadio, dos títulos de Liga, dos más de Copa MX, una Concachampions, llevó al Rebaño al Mundial de Clubes, dejó curtido a su hijo Amaury y encontró en Matías Almeyda (2015) a una persona que creyó en el futbolista nacional, que le ayudó a trascender y lo guió en el camino de la constancia.

Este 15 de noviembre se cumplió un año del fallecimiento de Jorge Vergara y habrá que seguir celebrando su legado, enalteciendo a la “gente que cuida a la gente”, a quien “ayuda al que tiene ganas” y quien cada día se plantea hacer algo maravilloso.

Todos deberíamos ser Jorge Vergara.

 

Por Alfredo González

@AlfredoGL15