Bajo un estricto dispositivo de seguridad y resguardada por la policía francesa, se realizó la misa con motivo del “día de muertos”, organizada por el Colectivo Cultural Nadieshda, que desde hace 18 años organiza el festival “La fête de morts à Paris”, que busca conservar nuestras tradiciones.
En la Iglesia de Saint-Merri en pleno corazón de Le Marais se escucha entre las figuras de los doce apóstoles y de Baphomet, la voz de la soprano ligera Yolanda Preciado egresada del conservatorio de música en Puebla, entonando “La Llorona” y el “Ave María” como único evento mexicano presencial a nivel nacional en Francia como parte de dicho festival.
Tápame con tu rebozo, llorona
Porque me muero de frío
No sé qué tienen las flores, llorona
Las flores del campo santo
“Es el festival más antiguo de Europa (del día de muertos), en el 2003 inicié en París con un altar de muertos, una exposición de fotos de artistas de Míxquic, un documental francés sobre la festividad a la mexicana, un concierto a cargo de Mauricio Peralta y una obra de teatro” dice Mysha fundador del Colectivo.
Recuerda con emoción, la primera obra de teatro “Entre vivos y muertos” un recital poético de autoría propia e inspirado en poemas de Netzahualcóyotl, Rimbaud, Charles Baudelaire, Jaime Sabines, Oscar Wilde o Edgar Allan Poe.
Y no es para menos, pues el festival lo ha llevado alrededor del mundo durante 10 años a través de ciudades como Londres, Nueva York, El Cairo, Tokyo, Concepción en Chile, las Islas Canarias en España y Washington, donde los talleres para hacer pan de muerto, redactar calaveritas, crear flores de cempaxúchitl, papel picado, catrinas y catrines con cartoneros mexicanos, talleres chamánicos (tarot lectura), los performances, los cortometrajes, son tradiciones que atraviesan fronteras y bien recibidas por la gente.
Pero este año fue diferente y a pesar de la situación actual en Francia por la crisis sanitaria, el segundo confinamiento y los atentados terroristas por cuestiones religiosas, para la comunidad mexicana no se cuestiona celebrar una de las mayores festividades.
Bárbara, la cofundadora del festival me cuenta que, para ella, la misa representa una oportunidad de “Unir nuestras tradiciones por el día de muertos, el día de todos los santos a la cultura europea y sobre todo en el contexto que se vive en Francia en estos momentos”. Para Mysha, en los temas de religión y terrorismo, “hay que tener cuidado, pero no hay que vivir con miedo”.
El festival independiente ha tenido resonancia tanto a nivel nacional e internacional ya que, desde hace 8 años de acuerdo con los organizadores, se lleva a cabo un desfile de catrinas y París como epicentro de las actividades ha atraído a extranjeros, pero también a familias francesas de Nantes, de la Normandía, de la Bretaña, de Lille, de Estrasburgo, Marsella.
“La sociedad francesa se ha dado cuenta que la muerte se puede ver de otra forma ya que para ellos esa palabra es tabú -como público estricto que es- la integran y la hacen suya, para ellos es otra forma de recordar a sus muertos, la han adoptado a su modo”, concluye Mysha.
La comunidad mexicana más festiva que nunca
A pesar del contexto por la crisis sanitaria, los ataques terroristas que ha golpeado a la nación francesa, la comunidad migrante mexicana no ha dejado de celebrar sus tradiciones por el “día de muertos”. Los tamales, las hojaldras, los taquitos al pastor, las catrinas de todos los tamaños, talleres virtuales de cómo hacerlas, redacción de calaveritas, sesión de disfraces, talleres de cocina para estas fechas y hasta concursos de altares, han inundado los hogares franco-mexicanos.
Sergio es un chiapaneco asentado desde hace ya varios años en París y muy festivo, organizó su altar, puso su dulce de calabaza, el sumerio, la coronita, el pox y un ron bacardí para su abuelo, los tamalitos de chipilín para su abuela materna, pan de muerto y conchas para la abuela paterna, un dulce de calabaza, el sumerio que es muy importante en los altares chiapanecos, papel picado y además ataviado en “la huesuda” y su sombrero de Charro, visitó la tumba de su suegra en Garches.
Erika, mexicana también radicada en París le dedicó la ofrenda a su padre y a sus dos hermanos. “Es una tradición que desde pequeña la aprendí y la sigo haciendo. Les puse sal, agua, té de canela, para que se reflejen y vean que están muertos y regresen. Les puse pan de muerto, tequila y sus flores”. Su ofrenda la hizo a partir de cosas que ya tenía, pues viviendo en el extranjero me cuenta que es difícil conseguir calaveras tipo catrinas.
Dulce Naame, una veracruzana radicada también en la capital francesa, me comparte fotos de su ofrenda que este año le dedicó a su abuelo que fue quien la crio, a sus dos tías abuelas, a su suegro y a sus mascotas porque para ella y su familia, son miembros importantes: “A mi abuelo le pusimos su café y sus polvorones que le encantaban”. En su ofrenda se observan caballitos de talavera con su botella de tequila, pan de muerto, calaveritas de azúcar, fruta y sus flores.
Estos tres ejemplos son de cómo los mexicanos en el extranjero adaptan sus prácticas y transforman sus espacios en las sociedades receptoras a diferentes escalas espaciales y en este caso, el cuerpo, el espacio doméstico y el espacio transnacional, lo que demuestra la continuidad de creencias en el proceso migratorio ligados a la tradición mexicana.