Con la muerte se ríen los mexicanos. La Calavera Garbancera fue creada el siglo pasado por el caricaturista José Guadalupe Posada para después convertirse en La Catrina, como le bautizó Diego Rivera en Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, exhibida permanentemente en el Museo Mural Diego Rivera.

En un homenaje del artista plástico Humberto Spíndola al trabajo de Rivera, hace 25 años comenzó la tradición de la “escapada” de La Catrina, que consistía en que cada temporada de muertos la Huesuda se salía del mural para dirigirse a los mexicanos para dar su opinión con lo que estuviera pasando; comenzó con un comunicado dirigido al Ejército Zapatista.

A la Flaca la inmortalizó Eugenia Ogarrio por primera vez, quien vestía un traje completamente hecho de papel que ha resistido al tiempo gracias a la técnica de Spíndola que reinventa la técnica artesanal del papel picado, y que este año por la pandemia regresa con un monólogo digital interpretado por la primera actriz Julieta Egurrola.

Tras bambalinas

Los productores Claudia Silki y Diego Escalante platican sobre el comunicado de este año de solidaridad con todo el personal médico.

Escalante, fundador de Zorro Rojo Films, comparte que la muerte “es lo desconocido, pero también es lo que nos hace saber que estamos vivos, es a lo que nos enfrentamos todos los días de manera inconsciente”.

Así mismo explica que “el proyecto está dirigido a todos aquellos que han puesto algo, mucho o poco para luchar contra la pandemia; y que abanderados por los médicos, junto a todos los involucrados en la labor de mantener vivo un hospital, luchan en la búsqueda de mantener la vida y buscar una manera de frenar esta situación en la que nos ha tocado vivir”.

Para Silki La Catrina es la representación de la muerte, “quien viene a darles un aplauso de pie a los doctores, y sabe que el problema no es con ella, son los médicos quienes se están aferrando a la vida, como dice el mensaje que escribe Erando González para todos nosotros”.

Palabras de la Catrina

Por Erando González

Nos avisa el campanario
que ya en nuestro calendario
son de difuntos las fechas.
Tantos caen bajo las flechas
cargadas de tu amargor
¡Ah, pandemia maldecida
que en nuestro aliento y amor
puso su garra homicida!
Pero soy afortunada
de abarcar con la mirada
a tantos deudos y amigos
recordando a sus queridos.
Hay que recordar con viva pasión.
Pues en latín re-cordis significa,
–como el docto letrado nos explica–
Volver a pasar por el corazón.
Yo, en el osario del pecho,
traigo un corazón de ave
que, sin dar ningún latido,
da señas de que algo sabe.

Sabe dolerse y gozar
sabe levantar el vuelo,
que él y estas cuantas palabras
les traigan algún consuelo.

Soy golosina floreada
–tradición que a azúcar sabe–
y en toda la patria suave
‘calaverita’ rimada.

Soy la señora del siglo
soy la testiga ocular
y voy a todo lugar
sin regate ni remilgo;
soy la estación y el camino,
soy el mentado destino.
Todo lo he visto venir
y llegar, ser… y partir.

Sí: de aquí parte el amante
y se queda al mismo tiempo.
De aquí se va sin partir
y está cerca estando lejos.
Porque derrotan al tiempo,
los amores más felices
y regresan de la muerte
por esta puerta invisible.

Sabemos que el ser amado,
prendido a tal sentimiento,
siendo en lo demás ausencia
lo sentimos en el cuerpo.
Si alguien en su pecho muere,
si se le agota el resuello,
pervivirá en estos pechos.
¡A ver! ¿Hay algo más bello?

Con tener estos paisanos
me llenó el vaso la suerte,
pues darle el brazo a la Muerte
fama es de los mexicanos.

México lindo y querido…
tú serás más de lo que eres
–lo digo de corazón–
pues serás lo que ahora son
tus niños y tus mujeres.

Y en este tiempo, duro cual ninguno,
decir es necesario y oportuno…
……….
Que en esta tierra donde el barro canta
y el aire azul navegan los volcanes,
donde juega el azúcar a hacer panes,
un incendio de flores se levanta,
y un mar de corazones se agiganta
para gritar un estruendoso ¡Viva!
¡Viva el doctor! ¡Y la doctora… Viva!
Junto a los enfermeros y enfermeras,
que hoy son los héroes de la patria entera
con nuestra gratitud superlativa.

Los de limpieza, las afanadoras,
discretos magos de veinticuatro horas,
camilleros, chofer, ambulancistas,
de voluntad tenaz y de alma amiga;
los vigilantes, las intensivistas
vencedoras del miedo y la fatiga.

Médicos nobles, lúcidas doctoras
enteras van y dedicados vienen
y tras la bata y la careta tienen
ojos de luz y manos salvadoras.
Trajinan de bajada y de subida
prodigando salud y buena suerte
porque no están en lucha con la muerte
sino en dulce noviazgo con la vida.

De sus manos vendrán, recuperados,
el baile, los abrazos y los besos,
los compañeros y el honor, ilesos,
las palabras de amor que hemos guardado.

Volverán a los patios de la escuela
juegos, hazañas, infantiles riñas
y a las aulas la risa de las niñas
y la patria plasmada en acuarelas.

Porque un mañana que aún no está fechado
pero que ya cercano se adivina,
al mirar que con gesto fatigado
a la luz matutina
se descubren el rostro enamorado,
sabremos todos que la patria ansina
será siempre impecable y diamantina.

A los héroes de nuestra medicina
este versito queda dedicado;
lo firma todo el pueblo, emocionado,
y de su puño y letra, La Catrina.

Yo, al fin, celebraré el rito,
no sin dejarles un beso,
de volver, hueso con hueso,
a mi casa de granito.

 

LEG

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