Cuando Emilio Maurer Espinosa, el diputado de la Cuarta Transformación, empresario y promotor de fútbol profesional, nació en 1938, no podía saber que habrían de transcurrir 52 años más de su vida para que en 1990 la Organización Mundial de la Salud retiraría de los manuales de enfermedad mental la homosexualidad.
Creció en la Hacienda Tamariz desde los sistemas años y ha sido un rudo empresario restaurantero, ganadero y futbolero, pasión que lo sigue a donde quiera que va y que lo colocó en planos nacionales cuando enfrentó a Televisa como presidente del Club Puebla FC.
Ahora que es legislador de Morena, a sus 82 años de edad dice que haber votado por convicción en la LX Legislatura en favor del matrimonio igualitario.
En una charla que tuvo con el autor de la Parabólica presumió haber hablado del tema con el líder de la Iglesia Católica en Puebla, el arzobispo Víctor Sánchez Espinosa -uno de sus mejor amigos, dice ufano-.
“No le gusta la palabra matrimonio” (al arzobispo) admitió cuando se le pidió que compartiera cuál había sido la reacción del jefe de una institución clerical, monolítica, envuelta en un manto de conservadurismo a ultranza.
Emilio Maurer es un hombre mayor con alma joven, se puede deducir. Su podcast está en Spotify. Compañeras y compañeros en la Cámara de Diputados compartieron con el reportero una reflexión del elementó más longevo que tienen el Congreso del estado Puebla.
Eran tiempos previos en los que la bancada de Morena preparaba con sigilo la iniciativa de ley para permitir que hombres con hombres y mujeres con mujeres hicieran vida de pareja legal si así lo desean. Intentaban no alertar a grupos legislativos contrarios de un exacerbado conservadurismo.
“Yo no me opongo a que las mujeres se peguen de besos”, dicen que palabras más o palabras menos, compartía juguetón en medio de un grupo de diputadas y diputados que pertenecen a por lo menos dos generaciones del progresista legislador octogenario.
Aprobar una ley que abre la puerta a las uniones de parejas del mismo sexo en Puebla no es asunto menor, y Maurer lo sabe. En la extensa conversación admite la existencia de una sociedad mojigata respecto de los temas desahogados en la agenda legislativa de la mayoría y sus aliados, de corte progresista.
Hace una década -cuando tenía 72 años de edad-, reconoció, hubiera sido imposible admitir que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos. ¿Quiénes somos nosotros para impedirles un derecho como lo tenemos todos?, dijo con esa voz estentórea que lo ha caracterizado.
Difícil mantenerse ajeno a los sentimientos que producen ver a un hombre que creció con un conjunto de tabúes de una sociedad tan añeja como el México que nacía apenas transcurrida la Guerra Cristera, entre 1926-1929.
Esposo, padre y abuelo, Maurer Espinosa está convencido de lo hecho con su voto en la sesión plenaria de hace una semana, el martes 3 de noviembre, aún y cuando desconozca de la existencia de otros modelos de familia luego de 82 años después de su llegada al mundo.
Familias nucleares, extendidas, monoparentales, homoparentales, elegidas y ensambladas son lo mismo, al fin y al cabo. Todos tiene derecho a besarse, según la tesis planteada entre el grupo legislativo por este adulto mayor que sorprendió a propios y extraños con su voto por la libertad, tolerancia y la homosexualidad.
Parabolica.MX por Fernando Maldonado