La presidenta municipal de la capital, Claudia Rivera Vivanco terminó una de las semanas más difíciles de su gestión desde que comenzó el encargo, cuando apenas queda unos ocho meses para la finalización del periodo para el que fue electa en verano de 2018.

Más aislada que nunca, se ha quedado sin interlocutores en el ámbito social, entre quienes se encuentran sus más duros detractores. En la semana previa hubo dirigentes que abiertamente descalificaron su trabajo y el de su secretario de Gobernación, René Sánchez Galindo, al grado de demandar la renuncia del segundo.

El mayor periodo de debilitamiento coincidió por semanas con la salida de Alfonso Durazo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal para competir por la candidatura al gobierno de Sonora, de donde es originario. Durazo era quien alentaba los afanes rebeldes de Rivera Vivanco por el cobro de una afrenta del pasado al principal asesor de seguridad del gobernador Miguel Barbosa, Ardelio Vargas Fosado.

En el peor de los mundos posibles, la presidenta municipal terminó por pagar la peor de las facturas en términos de percepción ciudadana cuando se encontró que al relajamiento social y el crecimiento del ambulantaje propiciaron que los casos de contagio de Covid-19 se dispararan hasta regresar a poblanas y poblanos al color naranja en el semáforo epidemiológico.

El temor por un nuevo periodo de confinamiento pesa en el imaginario, como ya ocurrió en el inicio del periodo de la pandemia en marzo de este año, no obstante, la negativa permanente desde Casa Aguayo.  

En el colmo de los despropósitos, su encargado de Gobernación exhibió desconocimiento de su responsabilidad plasmado en el Código Reglamentario para el Municipio de Puebla (Coremun) para meter orden en ese enorme tianguis en el que permitió se convirtiera el centro histórico de Puebla

En el mensaje en el que el propio funcionario se exhibió titubeante, poco convincente, evasivo ante la lente de la cámara, sugirió o demandó un nuevo decreto al Ejecutivo para evitar la presencia de comerciantes semifijos, que lo mostró involuntariamente como un acéfalo de conocimientos elementales, imperdonables en un perfil que ocupa un encargo para mantener la gobernabilidad.

Las leyes son de observancia general, no para un segmento especial y los decretos son instrumentos jurídicos que encajan en ese supuesto, lo que pareció ignorar deliberadamente el servidor público que la realidad imperante ha desacreditado ante la presencia dominante de los ambulantes en las calles del centro histórico y comerciantes establecidos.

Claudia Rivera terminó por sepultar toda posibilidad de volver a mostrarse en la boleta electoral en 2021. Los impulsores de esa intención, entre quienes se encuentran personajes remanentes del pasado morenovallista y galista, deberán comenzar a pulsar la realidad imperante.

Una coyuntura que ha sido permanentemente soslayada en aras de extender su influencia en una gestión que pudo y no fue eficaz, coherente ni sensible a una mayoría política que en 2018 le entregó su confianza.

 

Parabolica.MX por Fernando Maldonado