En 1929, oficialmente se fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), abuelo del actual PRI, con la herencia de la gesta armada de 1910 como orgulloso estandarte, para acabar con las oligarquías, los abusos y con un profundo sentido de justicia agraria.

En 1949, nació el Partido Acción Nacional (PAN), que fue fundado por un puñado de conservadores valientes y muy congruentes con sus causas -podremos o no estar de acuerdo con ellas-, con la meta de hacer contrapeso al nacionalismo cardenista que expropió formalmente la industria petrolera en 1939, y con sólida ideología humanista.

En 1989, se fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), luego de un gran movimiento encarnado en el Frente Nacional Democrático, que en 1988 postuló a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la Presidencia y fue “derrotado” por el priista Carlos Salinas de Gortari. El 5 de mayo de ese año, el Partido Mexicano Socialista (PMS) realizó una asamblea para cambiar su nombre a PRD, el que en realidad nunca obtuvo un registro propio, y congregó a la Corriente Democrática que huía del PRI, a la izquierda dispersa en varias expresiones y a los trasnochados y nostálgicos comunistas y socialistas mexicanos.

En este 2020, los tres partidos están a un paso de una alianza contranatura, perversa, abominable y, que muy seguramente, avergonzaría a sus fundadores, como lo hace hoy con sus verdaderos militantes.

No puede entenderse que, bajo sus principio ideológicos y documentos básicos, con ejes fundadores aún vigentes, el PRI, que nació para proteger a los más humildes y a los más agredidos por las oligarquías, se sume al PAN, que surgió para proteger a una clase pudiente y que repudió el nacionalismo que privilegiaba la atención a los pobres -hoy le llaman “populismo”-, y que a su vez se sumen al PRD, que en su esencia nació para combatir al priismo antidemocrático y anquilosado, y enfrentar a la derecha conservadora.

Es impensable y por eso es tan perversa esta posible alianza PRI, PAN y PRD, que se ha bautizado como el TuMor (Todos Unidos contra Morena).

No hay otra forma de entender esta posible coalición, que se ha anunciado que en principio podría unirse para la elección intermedia, para entre 130 a 158 de los 300 distritos electorales federales, que como una decisión estrictamente de cúpulas y con el fin de que éstas conserven sus privilegios.

Por supuesto, no se está consultando a los militantes, quienes dan vida y sustento a sus institutos con sus votos, fidelidad y principios y que seguramente en la esencia de su honorabilidad no consentirían ir en alianza con sus adversarios y antagonistas históricos.

Es sencillamente, una alianza de la minoría rapaz, para seguir ocupando cargos y tener prebendas.

¿Cuántos priistas están dispuestos ahora a pintar bardas, llevar lonches y echar porras a los candidatos del PAN? ¿O cuántos del albiazul lo están favor de los del PRI?

Es deshonroso.

Al paso que vamos, deberán endurecerse los requisitos para que los partidos conserven registros y realicen coaliciones porque sería, entonces, mejor un bipartidismo.

 

Piso 17 por Álvaro Ramírez Velasco