La agenda política del 2021 en Puebla, sin ninguna duda, hará un punto y aparte en lo ocurrido este martes 24 de noviembre en la sede del Congreso del Estado.

La toma del Edificio Histórico del legislativo ubicado en el corazón de la capital tiene muchas lecturas que se hacen desde la sociedad, los medios de comunicación, en los partidos políticos, pero también en los ciudadanos de pie.

Sin mediar en sus consecuencias, la irrupción de grupos en favor de la despenalización del aborto ha tocado hondo en los cimientos de una sociedad acostumbrada a ser tildada de conservadora.

Cuando se hable solamente de los colectivos feministas, sin la intervención de elementos externos, hay que decirlo con todas sus letras: es una causa justa que no tiene límites en los distintos tipos de intervenciones que se presenten, no solo en Puebla, sino en todo el país.

“No desistiremos hasta que la justicia corra como el agua”, es el sentido reclamo que desde agosto 2019 retumba en las calles, en medio de lamentos por las muertes terribles de jóvenes a manos de sus parejas.

La causa no es solo justa sino urgente ante un clima de abandono de sexenios y sexenios de gobernantes que se alejaron de una perspectiva que ahora no da tregua a ser incluida en las disposiciones legales: ellas necesitan condiciones de seguridad, acceso expedito a la justicia, condiciones de equidad para competir en el ámbito laboral, desterrar vicios en el papel que fungen en la sociedad y, sobre todo, tener derecho a decidir sobre sus cuerpos, su sexualidad, la forma en la que quieren hacer sus vidas, cómo, cuándo, dónde, porqué, para qué; todo en libertad.

Desde esa única perspectiva, es inútil exigirles que no se expresen, detener el ímpetu participativo, aplacar la furia que amenaza los cimientos sociales. De ser necesario, que incendien el Congreso, que lo incendien todo y que de las cenizas se reconstruya la paz que tanto necesitan.

Pero también hay otra parte, elementos externos que se tornan volátiles y atizan a una asociación con fines políticos y que en una perspectiva amplia deslegitima la causa.

Agentes que también quieren incendiar al Estado, pero lo quieren incendiar para beneficio propio, no para el colectivo, actores que ni siquiera miran los colores verde y morado en las banderas de las puertas, lo que ven es hacia adentro, el poder de sentarse a la toma de decisiones y cuando lo tengan no van a valorar la lucha que ahora se emprende desde las calles.

Pero ellos no, los que solo quieren incendiar el Congreso para incendiar Puebla, que se aparten de la lucha y que esperen a la arena política para, ahí sí, desplumarse los unos a los otros como están acostumbrados.

Una reflexión, muy al margen de todo. Recordando el Caso Chalchihuapan, las manifestaciones por las suciedades electorales y cualquier expresión de encono durante 8 años de morenovallismo: aquellos gobiernos no habrían dejado a las jóvenes ni acercarse al Congreso, mucho menos tomar las instalaciones, posiblemente habría presas políticas y una libertad de expresión lacerada. Ya no estamos ahí, ellas siguen luchando, pero siempre hay que tenerlo presente.

 

Máscaras por Jesús Olmos