Uno de los elementos más típicos de las celebraciones navideñas en México son las piñatas. Figuras adornadas con papel de colores que simbolizan los pecados capitales y que, de acuerdo a la tradición franciscana, debían ser destruidos con los ojos vendados.
En Puebla, persiste la elaboración de estos productos de una forma tradicional, con generaciones enteras dedicadas a estos símbolos de alegría.
El señor Antonio, quien se dedica a fabricar la piñatas en el Mercado de El Carmen, asegura que es la tercera generación de su familia las elabora como forma de sustento.
Ellos se dedican a producir las piñatas de forma tradicional, usando todavía materiales como globos, usando papel y cartón, además de colores y los tradicionales picos.
Para la fabricación de estos infaltables adornos de navidad, las siguen haciendo a mano, de acuerdo a la herencia familiar.
“La gente ya no quiere comprar piñatas totalmente tradicionales es decir con ollas de barro, la mayoría ya no quieren por el riesgo que conlleva al tronar por los golpes”.
El miembro de la familia de piñateros poblanos aseguró que en comparación con otros años les bajó hasta un 40% las ventas por los efectos económicos y de confinamiento de la pandemia de Covid-19.
Esta tradición llegó a México en el año 1586 (siglo XVI), cuando los frailes agustinos de Acolman de Nezahualcóyotl, en el estado actual de México, cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán, recibieron la autorización del Papa Sixto V para celebrar las “misas de aguinaldo”, que más tarde se convertirían en las posadas. Fue en esas misas que tuvieron lugar en los días previos a la Navidad que los frailes introdujeron la piñata.