El Kit Kat club fue creado en los noventa por Simon Thaur, un cineasta pornográfico austriaco, que tenía como idea principal abrir un espacio a la libertad sexual en Berlín. Esto al ritmo del techno y de un estricto código de vestimenta con mucho látex, poca ropa y mucho glamour.

El motor del Kit Kat es “Haz lo que quieras pero mantente en comunicación”. Los encuentros sexuales son totalmente normales en este lugar, siempre y cuando sean con consentimiento.

Así que cada fin de semana, desde los noventa, la calle Köpenicker recibe una larga fila de individuos con ropajes negros diminutos, algunos desnudos o sólo con ropa interior, esperando ser seleccionados por el guardia y poder entrar a este lugar de fantasía.

Pero esa fila mítica ha mutado, como todo y todos en estos últimos doce meses. Y es que el cierre momentáneo de esta institución berlinesa ha obligado a sus creadores a cambiar el giro del negocio. Hoy en día, el Kit Kat funciona como un lugar para hacer pruebas de Covid-19.

El lugar que permitía a toda costa el contacto humano, hoy se detiene para hacer todo lo contrario. O tal vez para agilizar las cosas y salir más rápido de este bache que ha golpeado duramente a la capital que vive de los clubes nocturnos.

Las filas para entrar al club se mantienen en la Köpenickerstrasse, pero ya no son para bailar en látex o cumplir fantasías sexuales, sino para obtener una prueba rápida del Covid-19.

Y es que obtener una cita para hacerse una prueba en el centro de salud puede demorar hasta cinco días, y eso puede entorpecer la recuperación del paciente o peor aún, impedir que se llegue a tiempo al hospital.

Este es el proceso:

Al tener los síntomas del virus o al haber convivido con una persona infectada, se debe hacer una consulta telefónica, la cual evaluará si es necesario o no hacerse la prueba. A los cinco días será citado para hacerse el test, del cual se tendrán resultados en una semana.

Es decir, al menos dos semanas se deben esperar para saber si se tiene Covid-19 o no, eso sin contar que absolutamente todos los centros Covid-19 y los hospitales están en su máxima capacitación, así que una importante mayoría no tiene siquiera la posibilidad de hacerse esta prueba.

Ante esta situación, el Kit Kat ha dado un paso adelante en comparación de los otros clubes y bares que sufren con creces esta situación. Meses atrás, el antro había decidido vender pizzas y bebidas en la calle, pero la situación actual es cada día peor y las nuevas reglas de la cuarentena no permiten más estas prácticas.

Y es que, como ya lo había mencionado en otras entregas de esta columna, un gran porcentaje de la economía de Berlín viene de estos centros nocturnos, de conciertos, bares, fiestas y sitios de entretenimiento que desafortunadamente cumplirán un año sin abrir sus puertas a la libertad.

 

Twitter: @dianaegomez

Cartas desde Berlín

Diana Gómez