La pandemia por Covid-19 nos ha vuelto, en gran medida impacientes. Unos tratan de curarse la desesperación viajando sin reserva, otros con los cuidados pertinentes, otros se la aguantan encerrados y otros como su servidor se reinventan con su pequeña familia y viven de pequeños detalles.

Y es que en 2016 le dediqué unas líneas a Gonzalo Pineda con motivo de su retiro del futbol profesional y esta semana recibí un mensaje que fue un bálsamo. Ana María Reyes, mamá de Gonzalo me agradeció por aquel texto.

“Hoy le pedí a mi hijo, se dé un tiempo y lo lea de nuevo. Hermosas palabras, se vale llorar cuando algo como ésto, vale la pena. Desde que lo leí, en 2016 me conmovió hasta las lágrimas, lo creí perdido, y lo lamenté porque ya no se encuentra en internet. Lo he encontrado y me he puesto feliz. ¡Mil gracias por hablar así de mi hijo!”.

Estas palabras me llenaron el alma. Posiblemente doña Ana María Reyes no lo sabe -y ustedes se van enterando- pero el significado y valor de esas palabras es incalculable. A veces uno hace introspección y se pregunta si el camino que andamos es el indicado, si somos capaces de llegarle sentimentalmente al aficionado o si seguirá aceptando nuestro trabajo en las diversas plataformas.

“Así que recuperado está y estará contenido en la hemeroteca familiar. Dios le bendiga y le siga permitiendo escribir de esta manera”. Así me respondió Ana María.

Créanme, esas palabras son revitalizadoras, son el oxígeno para curarse y aprender del caótico 2020 y seguir andando en el 2021. Me queda claro que este tipo de mensajes no llegan por casualidad, tienen un propósito y, en mi caso, un bálsamo.

 

Por Alfredo González

@AlfredoGL15