Cuando todo estaba dispuesto, se quedó en la silla de presidenta municipal la morenista Claudia Rivera Vivanco.
La decisión cambió en horas, luego de que el Tribunal Electoral del Estado determinó que deberán ser 90 y no 120 días los que deberán mediar respecto de la fecha de solicitud de licencia y el día de la elección del 6 de junio.
La presidenta municipal se convertiría en la segunda gobernante de la ciudad en ausentarse en la búsqueda de un cargo de elección, estando aún en palacio municipal.
El primero fue el panista Luís Eduardo del Sagrado Corazón de Jesús Moctezuma, militante del Yunque, que buscó ser candidato a gobernador por su partido aún siendo edil de la capital.
Paradojas de la política: una militante de una fuerza política de izquierda y otro de la derechista agrupación como el Yunque, al menos en la historia, quedarán unidos por un mismo impulso: arribar a un peldaño más en la carrera política de ambos.
No está aún descartada esa probabilidad porque el periodo de gracia aún está en curso, según determinó el TEPJF la víspera, por tanto el plazo para ausentarse se extendió al 6 de marzo.
De haberse mantenido la determinación de los 120 días naturales previos a la jornada electoral, la edil de la capital, como sucede con sus homólogas en San Martín Texmelucan, Norma Layón; y San Andrés Cholula, Karina Pérez, deberían haberse ausentado el 6 de febrero próximo como máximo para estar en condiciones de competir por la candidatura y, en consecuencia, la reelección.
Para ello, su equipo organizó un carrusel de medios y pulió una línea discursiva para sugerir anticipadamente su adiós a la comuna.
Habló del cumplimiento de plazos y escenarios. La narrativa de la edil capitalina no fue muy distinta a la de otras figuras de la vida pública de quienes, todo mundo sabe, se preparan para una nueva aventura política.
El contexto general de la primera gobernante de la ciudad es polémico. Gobierna desde una cápsula, rodeada de un reducido y cercano grupo.
Es notable la distancia política y personal respecto del gobernador Miguel Barbosa, su correligionario. De hecho, el nombre del mandatario está deliberadamente ausente en la narrativa de la presidenta municipal, que busca compensar al invocar la máxima de Andrés Manuel López Obrador.
Se asume como el blanco de una diatriba en la que converge machismo, enviada política e intereses creados de asesores, abogados y una clase política que se benefició en el pasado, pero también es constante la ausencia de autocrítica.
La presencia de figuras como René Sánchez Galindo en Gobernación; José Israel Román Romano en Infraestructura y Javier Palou en la coordinación de Presidencia han sido un desastre para cumplir con las expectativas que la Cuarta Transformación alentó en la capital, desde la campaña de 2018.
El cese de Beatriz Martínez, en Desarrollo Urbano, dejó mácula y confirmó que aún con el feroz discurso contra la corrupción, existe la práctica de pedir y dar en diversas esferas gubernamentales y ese hecho concreto dice mucho en el contexto electoral.
Parabolica.MX por Fernando Maldonado