Mientras la clase política y la alta jerarquía eclesiástica en México mantienen una casi insana expectativa por el estado de salud y desenlace que tendrá el quebrantado estado de salud del influyente hombre de sotana, Norberto Rivera Carrera, la historia de componendas entre el poder público y el púlpito en Puebla están ahí, sin ser solventados.
Una red de complicidades permitió que uno de los mayores depredadores sexuales cometiera atentados y delitos que resultan imborrables para las víctimas y fechorías de Nicolás Aguilar Rivera, un hombre de fe que se pervirtió hasta convertirse en un vulgar delincuente que no sólo no fue excomulgado y echado de la casa de Dios, sino ocultado al escrutinio y la justicia terrenal.
Pocas cosas podrían decirse de Popotlán (Barrio de Santo Tomás) en el estado de Morelos, un pueblo polvoso ubicado entre Yecapixtla y Atlixco, en Puebla, salvo que es ahí en donde por años se refugió el sacerdote Aguilar Rivera, prófugo de la justicia por su documentada personalidad como abusador de menores.
Es el hombre que detrás de la indumentaria con sotana cometió una cantidad tan asombrosa como indignante de crímenes de abuso sexual en contra de menores de edad. Al amparo de la iglesia católica y con el disimulo de hombres influyentes de esa fe multitudinaria en México y América Latina, estuvo libre y hace meses, trascendió, terminó por morir sin que nadie aún haya podido confirmar esa versión.
Entre quienes se encuentran señalados como protectores de ese pedófilo están Norberto Rivera Carrera, el cardenal emérito que ahora vive momentos de zozobra por haber enfermado por contagio de Covid-19. No sólo lo protegió a su paso por Tehuacán este príncipe de la Iglesia Católica, sino que lo llevó a California, en Estados Unidos, para esconderlo de las acusaciones en avalancha.
Joaquín Aguilar, un joven que como monaguillo de 13 años fue violentado sexualmente por Nicolás Aguilar (la homonimia en apellidos es mera casualidad y sin parentesco alguno), como sucedió con casi un centenar de niños, acusó en Estados Unidos al pedófilo, compartió para la televisión en ese país su testimonio en marzo de 2013.
“Norberto Rivera, sabiendo que era un violador (Nicolás Aguilar), lo acepta nuevamente en México y es cuando me viola y después siguen otros 60, 70 niños, aproximadamente. Tiene orden de aprehensión en México y Estados Unidos, pero no sé quién lo está buscando”, dijo ese joven en un testimonio ofrecido para la televisión estadounidense.
Plagada de impunidad, la historia del prófugo de la justicia sigue asentada en territorio estatal. De Tehuacán a los Estados Unidos y de ahí a su refugio en la zona limítrofe con Morelos, hay cada vez más voces que aseguran haberlo visto oficiar o como vendedor de artículos religiosos en los pueblos olvidados de la mixteca.
El Papa Francisco conoció con inmediatez esta y otras historias de terror que salieron a la luz por los testimonios de las víctimas de criminales escudados en la buena fe de creyentes, y por cómplices como el exobispo de Tehuacán, el ahora cardenal emérito Norberto Rivera, a quien la historia parece comenzar a juzgar.
Parabolica.MX por Fernando Maldonado