La detención de Valentín Meneses Rojas, el exsecretario de Gobernación con Mario Marín Torres, no se puede entender fuera del contexto de la contienda política que está por comenzar en Puebla y el país entero.
Como encargado de la comunicación en el primer tramo de la gestión marinista en 2005, tejió una red de relaciones con columnistas, dueños de medios y consultores en la Ciudad de México y Puebla. No está exento del señalamiento directo de otros marinistas por haber propiciado el clima de linchamiento mediático.
Lo ven como el responsable, junto a Carlos Salomón Cámara, de haber llevado a su compadre, el exgobernador, a Televisa, en donde Joaquín López-Dóriga y Carlos Loret acribillaron al entrevistado por el escándalo por la aprehensión de Lydia Cacho Ribeiro.
Luego de su paso como encargado de la política interna, se supo, en el periodo de gobierno con Rafael Moreno Valle, hubo un pacto para evitar ser juzgado por decisiones que tienen que ver con liberaciones anticipadas en el sistema carcelario.
En la actualidad era candidato a una diputación federal por la cuarta circunscripción en el lugar número 21. Era premio de consolación por sus aspiraciones de ser ungido abanderado a presidente municipal por el PRI.
El partido en el que aún milita, Valentín Meneses tiene un problema adicional de grandes dimensiones, adicional al del encarcelamiento en calidad de imputado de su último gobernador en Puebla.
Lejos de los tecnicismos jurídicos por los que ambos están por enfrentar procesos diversos -Marín por la acusación de delito grave como causar tortura a Lydia Cacho; Meneses por actos de corrupción-, hay dos priistas en la cárcel.
Al tibio y desafortunado deslinde del PRI poblano por la detención en Acapulco del exmandatario poblano a principios de la semana pasada, deberá venir otro; y según fuentes en la Ciudad de México, más vale que tener listo un legajo similar por la existencia de otros expedientes penales en curso.
No olvidar que en sus filas tuvieron a Emilio Lozoya Austin, exdirector de Pemex; Luis Videgaray Caso, exsecretario de Hacienda; los Duarte en Veracruz y Chihuahua y ahora el grupo que detentó el poder en Puebla.
El proceso que deberán enfrentar los priistas poblanos -no han sido expulsados-, pega en el centro de flotación de una alianza dificultosa con Acción Nacional, que trazó una línea discursiva transgeneracional en contra de la prepotencia, abuso y corrupción del pasado priista.
El PAN de Marko Cortés que impulsó la coalición electoral con el PRI y los vestigios del PRD, cometió pecado original: la ñoñez.
Unidos PRI-PAN y PRD en la boleta, el elector decidirá en medio de un clima de opinión adverso a partir de una retórica que no admite reclamo: la corrupción del pasado quiere regresar.
Los arquitectos de la trama opositora tienen ahora temprana y profunda resaca antes de la fiesta electoral. Haber salido del clóset los colocó como vulgares ambiciosos dispuestos a unirse para regresar a costa de lo que fuera.