Las fábulas sobre ovejas y lobos en la política mexicana pudieran ser el pan de cada día. Se han contado tantas y tantas veces historias de licántropos disfrazados de ovinos que, al llegar al poder, se vuelven todo aquello que juraron nunca ser, que ya nada sorprende.
Sin embargo, en Puebla se vive un episodio inusual en este proceso de cambio gubernamental que da lugar a la historia que les voy a contar.
En el 2018, un partido que se dejaba llevar por vientos de cambio, reclutó a una oveja solovina.
Ataviada en el discurso renovador, la ovejita anduvo campos y graneros asegurando tener lo necesario para devolverle a la granja el brillo opacado por fieras carnívoras de pelaje azules.
Tras un proceso histórico, impulsado por un tigre despierto en furia, la ovejita finalmente triunfó en sus andares electorales y llegó al poder albergando la esperanza de dar voz a otras ovejas reprimidas por depredadores de afilados dientes.
Junto a otros mamíferos cuadrúpedos, la ovejita comenzó la epopeya de comandar a toda la granja. Pronto tuvo sus primeros traspiés, pero conservó su discurso del cambio instaurada en la bandera de la violencia estructural. Todo, bajo el argumento de una maldad inusitada de otras ovejunas del mismo corral.
La granja comenzó a salirse de control, los avisos desde afuera llegaban como bombas, una y otra vez la oveja era señalada y recurría al mismo recurso hasta que se le agotó. A los cuestionamientos respondía con las uñas. A los aliados les mostraba los dientes. Mientras más la acusaban, menos autocrítica había.
Extravió sus ideales y se corrompió. Guardó los recursos para el último año y atiborró de obras su ampliamente repudiado mandato. Cuando en sus escuderos hubo señalados, la ovejita los encubrió y su pelo pasó de blanco a gris.
De tanto andar, la ovejita comenzó a mostrar dientes, garras y lengua rabiosa que mantenía ocultos en su traje de lana. Entonces, se alió con lo más oscuro del corral. Bestias del fondo del cubil que no muestran el rostro. Lobos acostumbrados a morder y engullir sin miramientos ni escrúpulos.
La ovejita había engañado a todos, sólo entonces reveló su verdadera naturaleza: era un lobo.
Ahora, lejos del traje y la piel suave, la ovejita convertida en depredador busca retener el poder más por la fuerza que por la razón pero, mordida a mordida, devora el legado que juró construir.
Moraleja. Ya lo dijo Pepe Mujica: “Se puede vivir como escarabajo o como hormiga (o como ovejita o como lobo), pero la naturaleza nos hizo animales conscientes, desde esa parte le podemos dar un rumbo a nuestra vida”.
Aunque no sé si aún está a tiempo.
@Olmosarcos_
Máscaras por Jesús Olmos