El deceso de una mujer adulta mayor a las puertas del campus de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en la fila de la vacuna, esperando ser inmunizada del virus mortal, terminó por exhibir al responsable directo de la logística de la primera jornada antiCovid en la capital: Rodrigo Abdala Dartigues.

Ni el manto protector del poderoso pariente incrustado como monolito del periodo clásico tardío de la política priista, Manuel Bartlett Díaz, director de Comisión Federal de Electricidad, lo pudo poner a salvo del enojo e indignación general.

En medio de un contexto de crítica general por el avance dificultoso de la inoculación para los adultos mayores en el país, la inoperancia de este párvulo en el ejercicio de la función pública atizó la hoguera de los cuestionamientos hacia la #4T.

Abdala Dartigues fue relevado de toda responsabilidad logística por su evidente incapacidad como servidor público del gobierno federal, para llevar a cabo las subsecuentes jornadas de vacunación contra el coronavirus.

Enojo, indignación… y fuerte reprimenda la que obtuvo este personaje, a quien sólo se le ve en las visitas por Puebla del presidente Andrés Manuel López Obrador.

La meritocracia que todo empleado de la burbuja burocrática envuelve como parte central del axioma del poder: el que se mueve no sale en la foto, como ocurrió en Zinacatepec en febrero pasado para inaugurar la primera etapa de la Universidad Benito Juárez, desvivido por hacer tarea de edecán con los funcionarios de López Obrador.

El jalón de orejas que el “súperdelegado” se ganó a pulso se expresa en cifras de ignominia: una abuelita sin vida, al momento de intentar ser vacunada para salvar la vida ante el riesgo de ser contagiada de Covid-19.

Pero además, según reportes del Sistema de Protección Civil en el municipio de Puebla, hubo un total de 33 adultos mayores a los 69 años desmayados el lunes, primer día de la caótica jornada; al día siguiente, otros 23 cayeron, mientras la fila para la anhelada inmunización alcanzaba 2 kilómetros.

Más de 12 horas de espera sin tener noticias. A la medianoche, cientos de abuelitas y abuelitos tuvieron que esperar, sobre la banqueta, tirados en el piso y, en algunos casos, asistidos por familiares con más vigor.

Abarrotadas las puertas de acceso 4, 6 y 17 de la Buap, tuvieron que aguantar hasta 12 horas y algunos de ellos no alcanzaron vacuna. El martirio padecido no fue visto siquiera de lejos por el responsable de la organización en Puebla. Fue vergonzoso, indignante.

En la primera jornada, el caos fue evidente. Sin información precisa ni confiable, miles de poblanas y poblanos se aglomeraron en los accesos de Ciudad Universitaria, sin añadir el caótico proceso de registro.

A partir del jueves entra el relevo del gobierno de Puebla a quien el “súperdelegado” había decidido ningunear, no obstante que desde hace días, el secretario de Salud, José Antonio Martínez García, había dispuesto centros de vacunación, cadenas de frío y todo el personal necesario para facilitar la tarea.

Rodrigo Abdala va a pasar a la historia de Puebla como el más insensible de los funcionarios del gobierno federal. Pero además, como el más incapaz para representar a un gobierno que ha proclamado por todos lados que “por el bien de México, primero los pobres”.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado