Días antes de su muerte, sabía que la escena en la mixteca estaría por tornarse más peligrosa. Se iba a “poner muy fuerte” ante la presencia cada vez más dominante de grupos delictivos provenientes de otros estados.
Hablaba, como muchos otros habitantes y conocedores dela situación que priva en la región, del grupo denominado Los Michoacanos, el Cártel de Jalisco Nueva Generación y Guerreros Unidos.
Diez días después, murió en una emboscada en Jolalpan, el rincón mixteco en el que todo ha sucedido en los últimos meses: encontronazos a sangre y fuego de parte de grupos de ciudadanos que hacen trabajo de defensa de sus comunidades y grupos delictivos que incursionan en tierras poblanas.
Se trataba de Pedro Sánchez Lima, mando de la Secretaría de Seguridad Pública destacamentado en una base de la dependencia en la tierra caliente poblana quien, junto a Oscar Norberto Ríos, cayeron víctimas del atentado que uno de los grupos delictivos montó.
El número de impactos de bala que mostraba el vehículo policial era de al menos 20, todos en una pequeña circunferencia sobre al parabrisas, lo que daba cuenta de la precisión y adiestramiento del tirador.
En una conversación de WhatsApp a la que el autor de la columna tuvo acceso, el entonces elemento policiaco ofrecía un panorama incierto para los habitantes de la región.
Infiltración de corporaciones policiacas municipales, deficiencias en la capacitación de uniformados, omisión de ediles de la región o colusión con agrupaciones delictivas.
“Mucho cristal y marihuana”, era moneda de cambio de las células que trabajan para agrupaciones que operan sin pudor y bajo los rayos del sol en la zona que delimita al convulso Guerrero y Puebla, definía.
“Chietla tiene muy deficiente su sistema de seguridad pública, prácticamente deben de tener un 60 ó 70 por ciento en elementos, pero no pueden cubrir todo.
Por eso se han soltado mucho el robo de vehículos, ejecuciones, secuestros, levantan personas porque con el personal que tiene no pueden cubrir toda esa zona y acoparte, pues no quieren contratar a más elementos. En Tilapa (…) de plano los policías no salen de noche”, se le escucha decir en una nota de voz enviada a una persona de su confianza.
“Se va a poner muy fuerte (…) cómo está pegando Guerrero; ahí están los cárteles Guerreros Unidos, los Michoacanos y el Cártel de Jalisco (Nueva Generación), está muy cabrón… amigo” escribió el 2 de febrero y, diez días después, la patrulla en la que viajaba era recibida a tiros en un paraje, al salir de una curva luego de haber acompañado a personal del Gobierno del Estado.
La conversación tenía un contexto particular, pero no extraño a la luz de los últimos sucesos en la amplia zona: la ejecución de un empresario de nombre Zenón Barman Martínez, propietario de una mina de fierro Águila Real en Jolalpan, a quien le habían cobrado derecho de piso a principios de febrero.
“Tenemos plenamente identificados a los grupos delictivos de esa región y a sus integrantes, quienes pudieran estar relacionados con los homicidios ocurridos en este día”, dijo el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Raciel López Salazar.
El ambiente en aquel lugar es el mismo: narcomenudeo, pandillerismo y violencia, mucha violencia.
@FerMaldonadoMX
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado