El análisis de la aceptación dóxica del mundo, que resulta del acuerdo inmediato de las estructuras objetivas con las estructuras cognoscitivas, es el verdadero fundamento de una teoría realista de la dominación y la política. De todas las formas de persuasión clandestina, la más implacable es la ejercida simplemente por el orden de las cosas”.
Todo poder que logra imponer significaciones y se autodenomina como legítimo disimula las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, no únicamente a través de la coerción abierta, la amenaza o la aplicación de la violencia física. Esta noción de violencia simbólica es fundamental en el análisis de la dominación y sus fenómenos representados a través de la dominación personal, o de clase, y no puede pasar por alto, pues sería tanto como «negar la posibilidad de una ciencia sociológica»
La violencia cínica declarada —física o económica— y la violencia simbólica más refinada coexisten sin contradicción en las instituciones caracterizadas de la «economía de la buena fe» o aplicada a la actualidad “de los muros de paz”, así como en las relaciones sociales. Y es que las formas larvadas de violencia tienen más posibilidades de imponerse y perpetuarse como única forma de dominación y explotación cuando en una sociedad es más difícil, reprobable e identificable la explotación directa y brutal.
Es innato de toda sociedad institucionalizada que disminuya la importancia y eficacia de la dominación personalizada mediante la violencia simbólica; sin embargo, no desaparece, más bien se difumina como algo inherente de las dinámicas que configuran los campos de interacción social.
Todo sistema simbólico fundado bajo la arbitrariedad cultural realiza simultáneamente tres funciones interrelacionadas: la comunicación, conocimiento y la diferencia social; es decir, los sistemas simbólicos son instrumentos de comunicación y dominación, lo que ocasiona el consenso lógico-moral y, a su vez, contribuye en la reproducción del orden social.
En palabras simples, el poder simbólico no emplea la violencia física sino la violencia simbólica. Se trata de un poder legitimador que apela al consenso de los dominadores y los dominados, imponiendo la visión de un único mundo social que obliga a comprender y adaptarse mediante el sentido común, que en realidad representa un modo disfrazado del poder económico-político y contribuye a la reproducción intergeneracional de pactos sociales desigualitarios.
Es así que la violencia simbólica se basa en el desconocimiento, y a su vez, reconocimiento de los principios en nombre de los cuales se ejerce. La aceptación dóxica sin ningún trabajo de persuasión es la característica fundamental del aleccionamiento ejercido por la disciplina de las instituciones y la opresión del orden de las cosas.
Existe una sola entidad poseedora, no sólo del monopolio del empleo de la violencia física; también de la violencia simbólica.
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Carlos Miguel Ramos Linares
@cm_ramoslinares