Parece que fue apenas hace unos meses cuando el candidato Enrique Peña Nieto se placeaba por todo el país, anticipando su llegada a la Presidencia de la República.

Desde que expresó su aspiración, se postuló, hizo precampaña, fue candidato y llegó a la campaña, pasó de todo y ha sido ampliamente contado.

Se debatía en las redes por su aparente buen aspecto, su peinado inmóvil, sus lazos con el nuevo y viejo PRI, su matrimonio con Angélica Rivera, con Televisa de padrino y la cantidad de productos que repartió durante la campaña.

Lejos de la consiga de su oponente, se regalaban puercos, cochinos, cerdos y marranos en todos sus actos proselitistas; también chivos, uno que otro caballo, maquinaria, semillas, fertilizante, además de máscaras con su rostro, ventiladores con su logo, gorras, playeras, camisas, encendedores, platos, cucharas, vasos, jarras y tarjetas que portaban dinero efectivo.

“¿Sería el IFE capaz de echar abajo una candidatura tan oprobiosa?”, cuestionaban miles de jóvenes que salieron a las calles en busca de ser escuchados. La respuesta de las autoridades fue un simple y vacío: no.

La llegada del último priista en la Silla exhibió una falta de exhaustividad bárbara para la investigación sobre el origen y destino de los recursos relacionados con su campaña.

Sí, la fiscalización importa, siempre ha importado, tanto así que es causal para la nulidad de una elección. Sin embargo, el IFE convertido luego en INE, no lo vio así en aquel momento.

Enrique Peña Nieto llegó al poder de la mano de Monex con más de 4 mil 600 millones de pesos invertidos en su campaña, con 13 veces más del tope permitido de gastos.

Se ha documentado que Peña Nieto no solo usó las tarjetas de un banco, sino que también se valió de otros monederos electrónicos e instituciones bancarias para triangular el financiamiento a su campaña electoral del 2012.

Si dividimos los 19 mil pesos del recurso por el que fue sancionado Félix Salgado Macedonio con el retiro de su candidatura por un sexenio en Guerrero, entre lo que Peña le metió a su campaña vía los famosos monederos, nos ahorraríamos algo así como 242 mil sexenios del priista.

Pero este no es el único caso en el que dinero que llegó a campañas no fue debidamente fiscalizado, de una multa y el escándalo no pasó. Están los mil 400 millones de pesos para Francisco Labastida Ochoa venidos del Pemexgate, que se traduce en 73 mil pesos/sexenios de haber ganado, o la multa pírrica por los Amigos de Fox de 91 millones de pesos que significarían poco más de 4 mil 700 sexenios sin el panista.

Peña gobernó, hizo y deshizo con el país y aún seguimos pagando todas las consecuencias de sus actos. De Salgado Macedonio hay muy poco por decir, su candidatura debió evitarse desde el interior de Morena por los señalamientos de violencia contra las mujeres, pero sirva bien el ejemplo para exhibir que cuando hay otro tipo de motivaciones, la autoridad electoral es capaz de ensuciarse las manos; eso sí, siempre a conveniencia.

 

@Olmosarcos_

Máscaras por Jesús Olmos