El dirigente nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo, es un político con una palabra devaluada por insostenible. En el breve periodo en el que lleva al frente de ese partido político, vive un desgaste de proporciones incalculables.

Un dirigente que miente o esconde en forma convenciera la verdad no sólo deprecia el valor de la principal herramienta que posee para la tarea, como la palabra, sino que, además, se devalúa a sí mismo.

Pocos y notables son los integrantes de la clase política que suelen sostenerse en sus dichos, ejes torales de sus actuaciones y son reconocidos por lo que construyen o vulneran a partir de la palabra y la verdad.

El alfil de Marcelo Ebrard en la dirigencia de Morena no sólo se ha colocado en el extremo opuesto de esa condición, sino que más pronto de lo previsto, va camino a convertirse en un muerto político.

La semana pasada que circuló una fotografía en la que al dirigente nacional de Morena se le puede observar en el interior de un baño portátil, en un intento de ponerse a salvo de las críticas y enojo de sus correligionarios por las designaciones en candidaturas, fue una metáfora de sí mismo: terminó en el mismo sitio en el que un ser humano deposita los desechos corporales, el estercolero.

El aserto deviene de un cúmulo de evidencias de una conducta tan errática como obscena. Las designaciones de candidatas y candidatos a puestos de elección popular del barco insignia de la Cuarta Transformación tienen un hedor a venta de cargos, compadrazgos y acuerdos debajo de la mesa.

En todo el país, estados y municipios existe una auténtica revuelta en Morena que está por convertirse en la peor pesadilla para el hombre que por voluntad presidencial llegó a la posición en la que se encuentra.

Casos emblemáticos, en Puebla, con el conjunto de personajes ajenos a la tarea que se echaron a cuestas a los fundadores del movimiento, improvisados y advenedizos impresentables.

San Pedro Cholula encarna el periodo putrefacto que se vive en la que se dio en llamar “la Esperanza de México”, porque su líder evidenció de lo que está hecho: de la mentira.

En Tlaxcala, encontró en una gira de la candidata a gobernadora, Lorena Cuéllar Cisneros, a la diputada con licencia, Tonantzin Fernández, invitada de la postulante tlaxcalteca.

Admitió Delgado a la legisladora poblana que la encuesta efectuada había colocado en mala posición al morenovallista Julio Lorenzini, llevado a la candidatura por el pactista Pablo Salazar Vicentello, otro mercader de la política.

Lorenzini, que tiene múltiples acusaciones de violenta-mujeres, además de las denuncias por violación equiparada y violencia familiar, era quien aplaudía rabiosamente a candidatas y candidatos del Partido Acción Nacional en 2018.

Por encima de la palabra vacía de Mario Delgado a Tonantzin Fernández, los hechos: Morena hizo pública la lista de sus aspirantes a las candidaturas en las que oficialmente aparece el personaje que mutó a la Cuarta Transformación.

Será candidato y la palabra falaz del dirigente de Morena quedará como la expresión contumaz de un político que utiliza como norma por la vida la mentira.

 

@FerMaldonadoMX

Parabólica escribe Fernando Maldonado