Corría el tercer año de Gobierno bajo el aplauso tumultuoso de una basta opinión publicada. El gobernador se paraba en su pódium dos veces por semana y desde ahí lanzaba diatribas, sus mejores frases, incluso algunos de los más poéticos de sus columnistas afines las inmortalizarían.

“Mandamos un mensaje de unidad”, “cuando hay experiencia, serenidad y vocación”, “un clima de gobernabilidad permea el Estado” y todo estado “ante el panorama inalterable de la sucesión”, clichés que inundaban las portadas de los periódicos.

Un troglodita de la política despachaba desde ese viejo Palacio, mientras las calificadoras HR Ratings, Fitch Ratings y Moody´s subían como la espuma la calificación crediticia de la entidad que puntualmente firmaba sus jugosos cheques.

Se pintó todo el estado de un solo color, el color del partido en el poder. En la Tesorería, maletines cargados de dinero iban directo a las arcas de los dueños de medios de comunicación, había espectaculares por todos lados presumiendo los logros de quien era el mandamás de la política y que en ese idílico año muchos proyectaban para una Secretaría de Estado, en un salón conjunto al que ocupaba el Presidente para despachar.

Para el cuarto y quinto año el idilio que le vendían a la gente se rompió. Las calificaciones crediticias altas se contraponían con los pagos atrasados de sueldos de todos los trabajadores al servicio del Estado, se vivía un clima de abusos sistemáticos en sus derechos. Los mensajes desde lo alto comenzaron a ser más sesgados, controlados y había censura a los críticos, persecución e incluso muerte. Los espectaculares cedieron desde sus dobleces, comenzaron a caerse en las calles. Las pinturas de los edificios se desgajaban y, mientras una verdad muy negra quedaba al descubierto, los maletines de dinero no dejaron de fluir.

De todo esto, poco y nada se decía en la opinión publicada. Los ojos estaban puestos en un movimiento emergente que amenazaba los cimientos del status quo, aunque por dentro fuera parte de él.

No eran los tiempos de gobernar con un presidente al que se le culpa de todo y sobre el que recae el peso de todos los hombres del poder.

Estos hechos atestiguados por quien esto escribe, son muy parecidos a lo que viven actualmente muchos gobernadores, principalmente de oposición, algo así como la suerte de gobernar con la 4T.

No importa si tu estado es el líder en fosas clandestinas, como Jalisco; en homicidios dolosos, como Guanajuato; en feminicidios, como el Estado de México; si sube la prevalencia de la corrupción, como en Nuevo León; o si los candidatos postulados tienen ligas directas con la corrupción de tu antecesor, como en Chihuahua, o hasta con el narco, todo es menos ominoso si no se lo cachan a la 4T.

Este doble rasero mediático, está llevando a que la lectura de los medios masivos de comunicación se radicalice, al mismo tiempo que se pierda por una línea discursiva bien identificada.

Poco o nada se dice acerca de que en la actualidad se gasta menos de una tercera parte de lo ejercido en el anterior sexenio, y que eso impacta las líneas editoriales.

 

@Olmosarcos_

Máscaras por Jesús Olmos