La cabeza de Saúl Huerta Corona tiene precio, pero no se mide en pesos y centavos, sino en réditos electorales, inmediatos o futuros. La temporada de caza la abrió el viernes el presidente Andrés Manuel López Obrador en su mañanera. El presunto abusador de menores que ostenta fuero como diputado federal se convirtió en la ventana de oportunidad para quienes buscan tener ventaja en el proceso electoral en curso… pero también en el sucesorio 2024.
Ahí está el coordinador de la bancada de Morena en San Lázaro, Ignacio Mier Velazco, que titubeó para responder sobre las rapacerías sexuales de quien hasta el jueves buscaba reelegirse como legislador federal en el distrito 11, pero no le tembló la mano para que la víspera le abrieran la puerta en el periódico en el que tira línea para la auto exculpación.
De la búsqueda de la torpe purificación del condenable evento de probable violación de un menor de 15 años, pasó a la descalificación por una evidente conveniencia política. Nadie quería ver candidateable a un político que encima de ser político, defiende a un violador.
Alfil del grupo del senador Alejandro Armenta Mier, Huerta Corona –que ya para ese día era un cadáver político viviente- también se convirtió en el blanco de las descalificaciones de un Fernando Manzanilla Prieto, el diputado federal de la entelequia llamada Pacto Social de Integración (PES).
Manzanilla Prieto ha dado muestras palpables de sentir afinidad o solidaridad con causas legítimas que lastiman a la sociedad. Lo suyo ha sido el oportunismo y la búsqueda permanente de la rentabilidad política, bajo la lógica que establece que el fin justifica los medios.
En una reciente gira por San Francisco Totimehuacán, insistió en que pedirá desde la Cámara de Diputados que se retire el fuero al presunto abusador de menores para que enfrente la ley. En realidad, Manzanilla buscaba realizar una jugada de tres bandas cuyo resultado final era un beneficio político propio.
En primer lugar, cobrar una vieja factura con un raspón a quien ha despreciado desde que se hacían las mesas políticas en la campaña de 2018 y con quien en alguna ocasión estuvo a punto de llegar a los golpes, el propio Armenta Mier, a quien acusó de ser un infiltrado de Mario Marín, el exgobernador priista sometido a proceso en Benito Juárez, Quintana Roo.
De paso, también, conseguiría hacerse ver como lo que es incapaz de representar con legitimidad: empatía con la gente, y de ello existen múltiples testimonios, desde asistentes, colaboradores y exsecretarios particulares a quienes ha dado trato de lacayos de una “noble corte” que él mismo encabeza.
Demandar desaforar es un escenario real, pero no por el gesto oportunista de Fernando Manzanilla, sino por la línea que tiró desde la mañanera López Obrador. El legislador del PES tejerá una verdad a medias con una clara intención, que es darle un empujón a quien en realidad es su propuesta en esta contienda por el mismo distrito por el que competía el defenestrado Huerta Corona: Carolina Beauregard, la candidata que el propio Manzanilla impuso a Genoveva Huerta, la presidenta del PAN.