No hace mucho un integrante del foro poblano compartió con el columnista una amarga experiencia: su hijo, también abogado de profesión, sin más elementos que lo inculparan de alguna anomalía, había sido detenido por elementos de la Policía Estatal.

Conocedor de sus derechos alegó por la arbitrariedad cometida y como respuesta obtuvo el intento de siembra de droga sintética que los uniformados portaban en pequeñas bolsas plásticas, y no fue sino hasta que el joven abogado mostró cédula profesional y nombre de la firma del despacho en el que se desempeñaba para que el asunto quedara como estaba: dejó sin efecto la extorsión.

Por eso no fue la crítica pertinaz a la falta de oriundez en Puebla, sino las rapacerías cometidas bajo su arbitrio, y quizá conveniencia.

Anduvo por una delgada línea desde que arribó a la Secretaría de Seguridad Pública, Raciel López Salazar, hasta que fue despedido el viernes 9, aún y cuando se haya difundido que se trató de una renuncia.

Por eso no es una casualidad que Miguel Barbosa haya anunciado la mañana de lunes la disolución de todos los equipos especiales que operaban desde el interior de la dependencia.

López Salazar siguió el modelo más sombrío en la historia policial en México para perseguir el delito. Como lo hizo Arturo “El Negro” Durazo en la década de los ‘70 con la creación de un símil de la Dirección de Investigación para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), una agrupación con charola para extorsionar, asaltar y ejecutar en aquellos años en la Ciudad de México. Toda una leyenda negra.

En Puebla utilizó un agrupamiento bajo la Dirección de Protección a Funcionarios para cometer todo tipo de atropellos, bajo la coartada del trabajo de “inteligencia”, que no fue sino el modo de incrustar a un grupo traído de otros lugares para extorsionar sin reparo.

El cúmulo de detenciones obedecían a ese tipo de lógica criminal: muchos de los más de 3 mil 500 detenidos podrían estar en condiciones de librar procesos por las irregularidades en su detención, la siembra de drogas duras que, según el mito urbano, eran empaquetadas por subalternos por el rumbo de la Central de Autobuses de Puebla (Capu).

Los mandos incrustados en las direcciones de Vialidad, Policía Estatal y Compras deberán enfrentar investigaciones debido a otras irregularidades, de las que López Salazar debió conocer pues tampoco se trata de un improvisado en la materia.

En la ceremonia luctuosa del General Emiliano Zapata el sábado 10, Barbosa aprovechó para mandar una señal inequívoca sobre “la lealtad y la traición”.

Sólo para los legos en el ejercicio del poder y la política les habrá pasado inadvertido el gesto de quién está resuelto a ejercer el poder sin concesiones: el uso de la tribuna erigida por el prócer revolucionario, originario de Chinameca, Morelos, para llamar a la lealtad a la legalidad, los principios y el cumplimento de la ley.

Sobre aviso, no hay engaño: el que entendió, entendió.

 

@FerMaldonadoMX

Parabólica por Fernando Maldonado