Para las 6 de la mañana de este jueves, habrán pasado 56 horas desde que dos vagones del Metro se desplomaron entre las estaciones Olivos y Tezonco de la Línea 12 al sur de la Ciudad de México.

Desde ese momento un debate se instaló en todas las latitudes. Aves de rapiña elevaron el vuelo sobre los hierros retorcidos por el impacto de los trenes de la “Línea Dorada”, entre el cinismo, la ira y la omisión culposa.

A los grupos ideológicos les faltó lo que siempre falta en la clase gobernante de este país ante las tragedias: un gramo de empatía.

Este infortunio entrelaza agendas transexenales de la más alta envergadura y choca con intereses de grupos en cada rincón de las alianzas electorales que buscan el voto este 6 de junio.

Inmediatamente salieron a flote dos nombres: Marcelo Ebrard, canciller morenista, y Felipe Calderón, expresidente panista y aliado de Va por México. Ambos son piezas claves sobre los orígenes de la obra que se gestó en un contexto preciso de polarización y desencuentro político, con el vértigo y rigor de lo vivido entre 2006 y 2012.

Miguel Mancera y Enrique Peña Nieto siguieron como corresponsables por la acción y omisión durante el sismo de 2017, y su complicidad extendida hasta la actualidad, toca a víctimas que leemos todos hasta nuestros días.

Y también, es imposible omitir el nombre del presidente Andrés Manuel López Obrador, líder del grupo que, de una forma u otra, ha detentado el poder en la capital del país, junto a su protegida Claudia Sheinbaum, quienes apenas alcanzan a comprender su papel como representantes del Estado, un complejo ente que encarna todas las responsabilidades gubernamentales del presente y del pasado.

Cada reclamo por la cobertura mediática de la tragedia y la exposición nacional e internacional de la noticia golpea los cimientos más profundos de la entelequia llamada Cuarta Transformación, y el compromiso incumplido del presidente de poner primero a los pobres y a las víctimas.

Airados reclamos de diputados panistas como Diego Garrido, Christian von Roehrich y Federico Döring, se estampan en la pared de la ignominia con cada palabra del senador Miguel Ángel Mancera. Y su foto con desdichada escenografía quedará como ejemplo de vergüenza para los anales de la historia.

En Puebla, los abanderados a diputados federales, Ana Teresa Aranda, Xitlalic Ceja, Mario Riestra y Carolina Beauregard, así como Eduardo Rivera, por la capital, se instalaron en la crítica fácil y se sumaron a personajes funestos del pasado como Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Ruiz Massieu en la defensa hueca. Varios de ellos, testigos mudos de los abusos de quien verdaderamente instaló en esta tierra una política de terror, persecución y muerte.

Y es que los poderosos de toda la gama de colores nunca han puesto en juego sus carreras políticas, no hay renuncias cuando ocurren las tragedias, no se apuesta el pellejo por 25, 43 o 150 mil vidas.

Y aquí estamos de nuevo, acumulando horas, como con las víctimas del narco cuando gobernaban los azules y las de la corrupción cuando gobernaban los rojos, esperando que alguna vez pase algo distinto y sea verdaderamente ese ejemplo el que alumbre el camino al México que esperamos algún día vivir.

 

@Olmosarcos_

Máscaras escribe Jesús Olmos